Los dueños de los "antros" y los "media" quieren enmascarar el significado del "ocio"


Siguen hablando los periodistas de ocio nocturno. El malentendido es notable si consideramos que el ocio es un "estado del alma". Por tanto, la hora solar, día o noche, es irrelevante a ese estado.


Tampoco podemos considerar el ocio como un cesar las actividades ordinarias, para así tener la posibilidad de ejercerlo, como un aspecto del yoga o cualquier otra forma de relajación oriental de moda.

Entender "ocio" como un quehacer nocturno donde caba la borrachera, el baile a escasa luz con música estruendosa, en antros, cavernas, hasta casi, o sin casi, el amanecer, es una interpretación de la realidad "herrada", es decir, con hache de herradura de jamelgo viejo, que camina con una manada de burros viejos, salidos y rebuznando, por botellones callejeros y centros nocturnos.

Y ahora lloran con la pandemia porque en algunos lugares no se les deja estirar la noche hasta la madrugada, porque se les acaba la fiesta y el negocio.

Señores: ¿por qué no llaman a las cosas por su nombre? El ocio no es una actividad. Es un estado de contemplación, donde no se busca ningún tipo de "utilidad". 

A no ser que se considere útil el cerrar espacios aptos para la perversión de jóvenes. No contentos con esto, se quiere pervertir la lengua, lo que, desde antiguo, se consideraba por definición  opuesto al "negocio" (nec-otium).

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