Ante la incapacidad de la política, se imponen las restricciones

¡Den la cara de una vez!, gritan los aguerridos caballeros en su lucha contra este virus filtrado en toda la tierra. Nunca sucedido  había  cosa igual. Se enfrentan a un enemigo invisible, silencioso, causante de más de "un millón de muertos", y nos recuerda el título de la novela de Gironella. Pero el verdadero enemigo nunca da la cara.Estamos metidos en un relato del misterio que ronda la tierra. De manera especial, en estos tiempos donde la ciencia campea orgullosa, capaz de conquistar todo si se le concede el tiempo necesario. De repente, sin embargo, la filosofía del "progreso" se topa con un imponderable, capaz de dar al traste con la furia incontenible de un, nada menos que, enemigo invisible. 

No importa la nacionalidad, ni el entrenamiento de mentes brillantes durante años, ni el capital invertido es el desarrollo de una fórmula eficaz contra este "corona virus". Los políticos, con tal de conservar el poder, prometen y ponen metas a sus metas de conveniencia. Diego conveniencia, porque el "bien común" no está en sus metas, aunque se piense en él. Su política es de "restricciones" como si el mal a vencer fuera cosa de "prohibiciones": no salgan, no hagan, no se acerquen, no entren, y tápense el rostro como hacía el "guerrero del antifaz" en los tebeos de ayer.

La ciencia funciona con "definiciones", contra más exactas mejor; pero nos enfrentamos a lo que no podemos ver, a lo que no se conocen sus límites, a lo que no se puede definir. Es decir, los objetivos de la ciencia se caen estrepitosamente; medir, exactitud, definición. Por esto, unos científicos dicen una cosa, otros otra. Y los mismos, dicen y se desdicen.

Como si la ciencia hubiera llegado a su límite, chocando la ola contra la roca inamovible que la destroza, impidiéndole avanzar. O  como perderse en solitario alrededor del universo, sin saber donde empieza y donde termina, dando gritos que nadie puede escuchar en un silencio indefinido.

En fin, toda esta confusión creada en torno a la pandemia, por gente que no es tonta y por quienes desean establecerse para siempre y porque sí en las sillas del poder, da pena verlos en su nula contribución a ese bien, que, por ser común, no lo alcanzan a vislumbrar los que se mueven por el "beneficio propio".

Sin embargo, todos estos sinsabores pueden servirnos a cada uno en lo personal, pues siempre se encuentran caminos donde podemos ayudar a los demás, comenzando por la familia de cada bien. Así, de este mal, podrían sacarse grandes bienes.


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