Las preocupaciones de la gente importante: Sólo una cosa es necesaria

A buen hambre no hay pan duro, dice el refrán castellano. 





Al señor Jorge Javier Torra, más conocido como Torra a secas, se le ha atragantado la presidencia de la Generalitat y, al no poder ocupar un cargo público, por incompetente, se le asigna un sueldo vitalicio de 90 mil euros, a modo de castigo.

Son las cosas de "esta" vida; por eso debe haber "otra". Basta darle una leída al Apocalipsis. La lectura de esta obra nos pone en frente de la verdad, pero no es evidente. Choca con las concepciones mundanas, aunque no se comprenda del todo. De nuevo, es un brote de alegría  comprobar cómo el misterio no ceja de estar presente en cada pliegue de la vida. Por supuesto, es más fácil cuadrar las explicaciones dadas fuera del cristianismo, donde cada parte considerada tiene su sitio y forma un todo inteligible, racional, prêt-à-porter

Es decir, la realidad acomodada al hombre. Es duro verse arrojado del Paraíso por comer del fruto prohibido.  El fruto era real; pero no la promesa. Hoy nos está pasando algo así. Hay muchas cosas ahí muy atractivas; se percibe detrás de su atractivo, como si estuviera la felicidad entera, bien sea por la posesión de cosas materiales, placeres sensuales, fama, triunfos... Al final, si se consume la oferta, viene una especie de  vacío interior, y no falta que se trate de llenar ese vacío dejándose ir al límite por la pendiente de la concupiscencia.

Vemos incluso como reyes o hijos de reyes, los poderosos de la tierra, acaban en las redes de búsquedas insaciables, exhibidos en público, destronados incluso de su valía personal --cuando la hay--, todo, por un plato de lentejas, en ocasiones muy mal cocinadas.

Desde luego, los santos  testifican que no se libraron tampoco ellos del aguijón de la carne, que no cesa hasta la muerte, ni del de la soberbia --esta puede durar incluso hasta después de la muerte. El secreto para luchar contra estas asechanzas del enemigo es el amor; pero para emprender esta contienda  se precisa vaciarse un tanto , de sí mismo en la escuela de la negación, al negarse de esas cosas legítimas a las que se tiene derecho. Si no se abre un boquete para irse vaciando del engreimiento y la autosuficiencia, no quedaría siquiera lugar para filtrar un rayo de amor y de esperanza, y así cupiera la entrega a los demás de por vida, como vemos en el pasaje del "buen samaritano".

Por supuesto, uno por sí solo no puede; se necesita, entonces, pedir ayuda a quien nos la puede dar de veras. No se trata tanto de terapias como de una entrega capaz de llenar  el cántaro vacío de nuestra nonada con agua limpia, fresca y abundante para tomar fuerzas y dar el salto hacia la trascendencia.

Para ser fiel hay que enamorarse, decía san Josemaría; y en esta fecha (de octubre) en 1992, el papa Juan Pablo II lo declaraba "santo de lo ordinario", es decir, de lo que es asequible a todos, pues todos estamos llamados a serlo. Esa es la razón de que estemos en la tierra: podremos alcanzar el cielo después del lamentable incidente del Paraíso. Y tan empeñado está nuestro creador en llevarnos con él, para así cumplir el fin para el que fuimos creados, que se hizo como uno de nosotros en Belén, nacido de mujer, para salvarnos.

Este recuerdo debe llenarnos de alegría, pues nos pone delante de nuestros ojos que sólo una cosa es necesaria.







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