A veces, los perros de El Vaticano no muerden (quizá Pedro Sánchez pensaba otra cosa)


La semana pasada Pedro Sánchez apareció con el Papa, acompañado de su esposa, con quien se casó por lo civil. Se declara ateo.
 ¿Por qué esa visita? Se puede decir que es una visita de Estado, y que las creencias y costumbres personales se dejan a un lado. Al fin y al cabo, la Iglesia parece ser un perro que no muerde, se puede pensar, y cualquiera, aunque sea su enemigo, puede pasar por El Vaticano.

Por supuesto, el señor Pedro  ataca a la Iglesia como puede (o permite que otros lo hagan) y cuanto quiere. Por ejemplo, sus ataques a lo que es y representa el Valle de los Caídos. Al mismo tiempo, empuja, con su ministra de Educación, Celaá, para que todas las escuelas, privadas y públicas, cursen la materia Educación de la ciudadanía y así se eliminen las materias relacionadas con la religión,  pues, dice, conviene formar "ciudadanos y no sotanas". El cerco se amplía cuando se entra en asuntos tales como el aborto, la eutanasia, y un largo etcétera.

Entonces, uno se pregunta: ¿Qué se le ha perdido a Pedro Sánchez en el Vaticano?

No ha pasado desapercibido el rostro del Papa cuando recibió a los reyes de España, sonriente, pero aparece con el rostro severo en la foto oficial con el presidente Pedro Sánchez y su esposa Begoña Gómez. Parece ser que la frase del papa Francisco al visitante de la Moncloa: "las ideologías sectarizan, las ideologías deconstruyen la patria, no construyen", no le ha sentado nada bien. 

En efecto, a veces, sólo a veces,  los perros de El Vaticano no muerden.



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