Noche de Reyes: tradición imborrable







La noche de Reyes marca un antes y un después en la vida de las personas. Cuando se les espera con toda la ilusión de un niño, se descubre el valor de la fe. Se cree con independencia de todos los indicadores en contrario alrededor de la celebración. Pero cuando la realidad nos dice la verdad sobre estos personajes, entonces, como los propios Reyes hace dos mil años, volvemos a casa "por otro camino". La fe niñez no se pierde, pero se torna en un claroscuro con fundamento en la tradición

Como ocurre tantas veces en la vida, la fe de ayer, vapuleada por las circunstancias desfavorables, el desamor, la moda, parpadea desde lejos, pero sin la luz recia, cercana, de las candelas encendidas el día del Bautismo. Como en el caso de los Reyes, esa luz puede llegar a des aparecer por un momento. Es el momento de preguntar a quienes sí saben de estos asuntos, tan diluidos ahora por la sombras de los taquígrafos y de los anuncios agoreros.

Y nos dirán los entendidos sin titubeos: --Sí, es en Belén donde ha nacido el Salvador. Entonces, de entre el rescoldo de los carbones semiapagados resurgirá de nuevo el fuego. La tradición de esta manera la esperanza, y el fuego del cariño chisporrotea en el fogón de la vida, y la estrella brillará con fuerza, sin dejar lugar para las dudas, enseñándonos el camino.

Una y otra vez ocurre lo mismo. San Pablo nos dice que "el justo vive de la fe". Sin duda. Pero formamos parte de una comunidad de creyentes, donde unos se apoyan en los demás. El mismo Pablo, en su camino a Damasco, queda ciego ante la presencia de Jesús, a quien perseguía,  y debe ser conducido por otros para recobrar la vista.

Por eso, no nos podemos quedar solos. Seríamos presa fácil del maligno, listo para enredarnos en nuestros propios entuertos o en las voces de sirena del entorno, como a un Ulises actual. Necio no es quien no sabe, sino empeñado en proseguir la marcha cuando desconoce el camino o no acierta a encontrar el sendero.

Hoy más que nunca, es tiempo de "preguntar" a quien sabe, ante la confusión reinante. Es tiempo también, como dice Francisco, de evangelizar. Es decir, de sacar a relucir esa "buena nueva" de hace dos mil años y enseñarla por todos los caminos de la tierra.

Como los Reyes, debemos regresar por ese "camino", muy distinto al ofrecido por los charlatanes de turno.




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