Ayudar a través de la verdad: el reto del Sínodo








En el Sínodo actual sobre la Amazonia, se oyen voces alarmadas debido a ciertas carencias en el sinuoso camino de la evangelización de los pueblos.

Una de las más acuciantes se centra en la carencia de sacerdotes para atender a los fieles de la Amazonia. Sin duda alguna, tienen razón. Sin embargo, la solución no está en ordenar sacerdotes a diáconos dignos o a mujeres, ahora que el acoso feminista se sitúa en cada faceta de la vida. 

Para empezar, conviene buscar soluciones en donde están: en la Sagrada Escritura y en la Tradición. Sin ir más lejos, en evangelio de la Misa de hoy, se lee un pasaje del capítulo 10 de san Lucas, para celebrar de paso su fiesta. Este sirio culto de Antioquía se refiere a esa carencia de operarios para recoger la abundante cosecha, con los mismo términos usados por Jesucristo: "La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos". Es decir, ya desde el principio de la evangelización, el Señor  advierte a sus apóstoles de lo que será una constante en la historia del cristianismo.

Sin embargo, les da también la solución, al alcance su mano: "Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha". Se está refiriendo naturalmente al recurso omnipotente de la oración

Con frecuencia, nos ocupamos de muchas cosas importantes y nos olvidamos de lo necesario. Se habla de estrategias para conseguir esas vocaciones necesarias, algunas de ellas verdaderamente ingeniosas, y se puede pasar por alto esa historia de la Iglesia de todos los tiempos, cuajada de ejemplos fecundos, carentes de redes sociales y desprovistos de los más elementales medios de comunicación.

Basta pensar en esos conventos repletos de vocaciones a partir del siglo Vi, con personas enclaustradas, y con el ora et labora de san Benito se trazó el camino, además, para el nacimiento de Europa cuya base estaba en esa regla benedictina básica. Pero incluso antes, en los inicios del cristianismo, vemos a san Pablo recorrer los caminos de Asía y Europa sin otro sostén que la santidad personal, asentada en la oración diaria. 

No se les había olvidado a estos primeros el ejemplo del Señor, levantándose antes del amanecer, antes de los trabajos diarios, para tener su rato de oración. Primero oración; luego envía a sus discípulos a una empresa difícil ---"como a ovejas en medio de lobos"---, visitando esos lugares donde él "debía ir" más tarde. Él es el dueño de la mies.

Pero hoy la gente se ha dedicado a mil labores y se ha olvidado de rezar. De los dos términos de la "regla" recomendada, probadamente fecunda, se ha olvidado el "ora", para enfrascarse sólo en la segunda: "labora".

En fin, como el mandato binario del Paraíso: "Creced y multiplicaos". Las gentes se han dedicado al crecimiento, al abarcar mucho, pero no quieren multiplicarse. Y claro, no de puede apretar lo necesario cuando se está pensando en Marte. Se va en busca de la "vida" y se olvida su gestación a partir de la unión de un hombre y una mujer, dada como un don divino, equivalente al "ora".

Las vocaciones viene de la oración, pero hay que recorrer los pueblos y las calles, a sabiendas de que los caminos están llenos de lobos.







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