Por favor: ¡Dejen a los niños en paz!




Al que escandalizare a uno de estos niños,  más le valiera arrojarse al mar con una rueda de molino atada a su cuello.




Ahora está de moda aparecer en público y echar un "rollo" sobre la defensa de la infancia. Al mismo tiempo, no paran de incrementarse el número de abusos intelectuales, morales y sexuales entre ese segmento de la población.


En primer lugar, debemos restablecer el principio de "zapatero a tus zapatos" (esta sentencia se puede ampliar sin problema alguno al señor Zapatero, para frenarle en sus viajes inútiles de observador político a Venezuela: un ciego quiere guiar a otro ciego). Este principio se debe aplicar con urgencia y sin excepciones a los gobiernos de cualquier estado de la Tierra. Los hijos, señores gobernantes, no son propiedad del Estado. Son de la familia, y los padres, son quienes están llamados a velar por la educación de los hijos.

Segundo. Los padres no se deben atontar cuando el Estado les dice sobre la educación gratuita impartida a sus hijos. No hay tal gratuidad. Todos los recursos (siempre escasos) dedicados a la educación provienen de los bolsillos de los contribuyentes. Es decir, los padres tienen derecho a decidir sobre la calidad de educación y su vertiente moral por partida doble: porque ellos son los responsables de la educación recibida por sus hijos, y, porque ellos, además, la pagan.

Tercero. Todas esas ideas, cada vez más omnipresentes, sobre la "igualdad de género" no tienen otro fin que la perversión de la niñez. Implantados por las Naciones Unidas en sus foros internacionales sobre la familia, tanto en El Cairo como en China (1994 y 1995), estas ideas emanadas de gente pervertida, inspiradas en las ideas de la francesita Simone de Beauvoir, compañera del marxista Jean Paul Sartre y de "otras" muchas, parte de la idea de la "indefinición" del hombre en su gestación (para proponer el aborto), y, una vez nacido, abogar por una definición sexual basada en los caprichos y gustos de cada quien, no en la naturaleza de ese hombre o mujer, procreados así desde el principio.

Cuarto. A partir de todas tipo de intromisiones y dejaciones por parte de la sociedad y de la familia, nunca ha habido más confusión acerca de las cuestiones más elementales morales, ni más abusos sexuales perpetrados por los mismos padres, por los educadores y por cazadores furtivos al acecho de sus víctimas en las redes sociales y en los parques y plazas.

Quinto. Estos procesos de negligencia y abuso se han ido dando con el crecimiento de la tasa de divorcios en el mundo, donde son los hijos quienes más sufren en el proceso y después. Los padres pueden tener "razones" (no es difícil encontrarlas) para separarse, pero los hijos son quienes verdaderamente sufren las consecuencias en sus afectos divididos, en la incomprensión de la rotura de la vida de familia, en la herida producida en su interior al ver derrumbado su presente  y su futuro en lo concerniente a la educación y a su tomar partido por uno de los progenitores. Por ejemplo, Bélgica, la tasa de divorcios alcanza el 70%, Portugal y Dinamarca el 68% y España el 61%, una de las más altas de Europa y del mundo. En México las tasas son más bajas (15%), y en Chile se encuentra la tasa de divorcios más baja del mundo (3%).

Sexto. La indiferencia por la vida se manifiesta en todo el mundo de mil maneras, como se puede apreciar en esos crímenes cometidos por adolescentes en Estados Unidos en donde son víctimas  sus propios compañeros de clase, y también, en las prácticas de control natal, que tiende a perforar los fines del matrimonio. 

Quizá todo ello es el resultado de las enormidades observadas en el mundo de los adultos entre quienes les toca vivir. Una de estas plagas es el aborto: se pueden contar por millones al año, más de 50 según ciertas fuentes. Estos crímenes horrendos no pasan desapercibidos para nadie, y la indiferencia por el don de la vida (siempre por mil razones) lleva de la mano a la eutanasia.

En el fondo de estas conductas, se aprecia una profunda desconexión del mundo con Dios, "Señor y dador de vida". Se han creado dos caminos: uno, hecho por las apetencias del hombre que lleva a   y a la  muerte; otro, el indicado por Dios, que conduce a la Vida.












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