¿En qué se parece Jane Fonda a Joseph Ratzinger?




La voz de la conciencia.






Me atrevo a traer a colación un aspecto de la vida de estos dos personajes, Ratzinger y Fonda, con todo  respeto, sin ánimo de comparar estas dos personas, para descubrir cómo, en la vida de todo hombre venido a  este mundo, aletea la semilla de Dios, latente en la conciencia personal.

Además de haber vivido ambos muchos años, "Nacida para triunfar" podría ser el título de una novela basada en la vida de Jane Fonda, contada por ella misma. La vida de Ratzinger, más discreta, contada por él en su Autobiografía, asombra por su tenacidad silenciosa en la "búsqueda" de la verdad, tal como recomendaba su admirado san Agustín.

Pero esta mujer, Jane Fonda, tan admirada por muchos, confiesa, desde sus bien conservados  80 años, su lentitud en el aprendizaje sobre la vida.

Después de tres esposos, a los 60 años vio cómo podía vivir su vida sin contar con los hombres. Ella misma dice, al finalizar su relación con Ted Turner: "Una voz me dijo en mi cabeza que si me quedaba nunca sería auténtica". 

La Fonda no buscaba ser feliz, sino auténtica. Y el camino a esa autenticidad se lo va marcando una voz interior.  Después de tanto cambio en su vida vivida hacia fuera, a ella se le ha olvidado conocer quién es. Quizá por eso ahora quiere ser "auténtica". Y esa voz interior debe ser la de la conciencia, que reclama sus fueros.

Algo distinto es el proceso de maduración de Ratzinger, Benedicto XVI, fiel a la llamada de Dios desde su juventud, después de mucho tiempo de usar el término  salvación en sus primeros escritos teológicos,  hace ahora más de cuarenta años,  le parece más "auténtico", y aboga por la felicidad, como un concepto más apropiado para el hombre. 

El pensamiento humano acaba reflejándose en la palabra, tanto en el caso de Fonda como en el de Ratzinger. El hombre ha nacido para ser feliz, viendo a Dios, si bien no siempre encuentra el camino (por culpa suya). La salvación se presta más para referirse al mundo, a la creación, "dentro de la cual se realiza la salvación personal".

En el fondo, Fonda, una década más joven que el profesor  Ratzinger, busca todavía la verdad, lo "auténtico", lo no cambiante de las cosas y de los hombres. Si así fuera, supondría una gran noticia en su caso, al centrarse en el escuchar esa voz, a los ochenta años, para por fin lograr el descubrimiento de lo perdurable: lo "auténtico", la verdad, pues quiere ser ella misma.

Mientras, Ratzinger, Benedicto XVI, va dando sus últimos pasos en el silencio de la meditación sobre el fin del hombre, creado por el querer del amor de Dios, en donde se encuentra todo lo anhelado por el ser humano.

En efecto, no se puede acallar la voz de la conciencia, "aunque la mona se vista de seda", aunque los años se traten de ocultar  a base de ejercicios físicos novedosos. 

En obedecer esa voz de la conciencia radica la felicidad, cuando nos hallamos ante una conciencia debidamente formada.










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