Tres cosas hay en la vida...para que verdaderamente lo sea.

Hay tres elementos esenciales a la hora de iniciar el camino de rehabilitación y de mejora de un conjunto social: la juventud (y los sistemas educativos, cuyo desenfoque lleva a  la corrupción de todo lo demás), el aspecto social en sí mismo (con los sistemas de solidaridad, para subsanar la intervención del Estado), y la comunicación (donde se cuida mediante el afecto la unidad y la verdad de los seres en relación).

Destaca en seguida la complejidad de los problemas a la hora de encarar un cambio. Las artes, las ciencias, las conductas sociales se han diversificado hasta límites increíbles. Resulta arduo avizorar siquiera un medio para simplificar el rompecabezas. Sólo van quedando especialistas en campos muy delimitados.

Pocos permanecen en su lugar, un tiempo suficientemente extenso como para comenzarlo a querer. La hégira de millones de personas desde sus lugares de origen a países desconocidos, con culturas distintas, sin los lazos familiares, presenta un cúmulo de problemas formidables a la hora de encauzar a esos inmigrantes y a quienes los reciben en una interacción positiva. En la década de los 1970, el economista John Kenneth Galbraith, secretario de Economía de John F. Kennedy,  afirmaba (A Life in our Times, 1981) la necesidad de la mano de obra mexicana, por ejemplo, para mantener la industria en serie. Pero, hoy, las cosas no pintan igual para quienes  salen  de su país.

Otro de los fenómenos actuales pasa sin duda por la juventud. En su afán de llegar a tener un mínimo de seguridad en su formación personal, en el empleo y en las relaciones de familia comprometidas no siempre se logra en un tiempo razonable. Y la cota de "paro" más alta en todo el mundo se da precisamente en el segmento de los 18 a 34 años.

En este mundo disperso, cambiante, las personas necesitan de un  trato afable, necesario para ser ellas mismas. Es decir, para vivir como seres en relación y reconocer la primacía de Dios en toda la existencia donde nada ocurre por casualidad. Sin embargo, las relaciones de hoy son instantáneas  pero efímeras.

Dadas las cosas de esta manera, la comunicación, al ser el medio más natural para relacionarse con los semejantes, resulta imprescindible tomarla más en serio, y no dejarla en manos malhadadas, mercachifles  capaces de  cambiar su fin. La tecnología, dejada a su aire, puede contribuir todavía más a disgregar el sentido social de la convivencia.

Por ejemplo, si nos fijamos solamente en la dimensión material de situación no llegaremos sino a cambiar de giro la situación descrita sucintamente. El francés Thomas Piketty, al tratar las desigualdades económicas, se encuentra con el fenómeno de las "brechas" crecientes en y entre los países. Con independencia de si estamos o no de acuerdo con las tesis de su obra reciente El capital en el siglo XXI, el acercamiento entre seres humanos no se produce en la repartición material, sea abundante o no.

Así ha evolucionado el mundo de lo material desde Adán y Eva.

La solidaridad, el acercamiento con el "otro" al discernir nuestra semejanza espiritual y las necesidades mutuas,  la "cantidad" deja de ser un elemento primordial, aunque necesario. Aquí es donde la palabra tiene su lugar. Referida a la realidad, nos da como resultado la verdad de las cosas, y nos devuelve el sentido de la relación con las cosas, con los demás y con Dios como ser en relación de quien hemos recibido su imagen. Creo que el arte también debería crecer en calidad por estos senderos.

La renovación social con miras a lograr una mejora en la "equidad", justicia social, donde el rico invita al pobre a sus banquetes, no sólo para satisfacer su hambre sino para conocerlo conviviendo con él y los suyos y remediar "en el origen" las carencias, antes de que decida romper con su ambiente y emigrar a lo desconocido. Sería una manera de ir poniendo remedio a las carencias reinantes. No podemos plantear la vida de los keniatas a la manera de un sueco, ni llevarlos todos a Estocolmo.

Entonces, la relativa lejanía entre los hombres, una de las primeras causas de tanta miseria, precisa de un buen y claro programa de comunicación, para establecer una unidad durable con nuestros semejantes. Si los problemas no se han resuelto hasta ahora, quizá se deba a que su planteamiento no haya sido  bueno.





 

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