¿A dónde van los difuntos?

Pregunta eterna.

Existen datos parciales desde antiguo. En las teogonías, la literatura, la historia y la filosofía de las diferentes culturas, existen datos parciales, no concluyentes, por tanto, sobre el destino de los difuntos.

Los datos parciales no se resignan a dar la impresión nihilista: todo se acaba con la muerte. En el fondo, en el fondo, todos esperan algo, un no sé qué, suficiente para sustanciar esa frase de los incrédulos famosos cuando se refieren vagamente a sus amigos al fallecer con un: "Dondequiera que estés".

Pero, no se aceptan esos rescates de última hora. Desde los egipcios, tres mil años antes de Jesucristo, pasando por un Platón reconociendo la inmortalidad del alma (prisionera de un cuerpo) y recordando a medias cómo era todo antes de las limitaciones de la vida, la resurrección de Cristo y sus apariciones a muchos después de su muerte con la promesa de irles a preparar un lugar, junto con la fe tozuda de millones a través de la historia capaz de producir una serenidad natural a la hora de la muerte, confirman una creencia connatural al hombre desde el principio. Siempre impresiona, además, la promesa radical de Jesús al "buen ladrón" en un momento imposible para los juegos y las verdades a medias: "Hoy estarás conmigo en el Paraíso".

La muerte nos aguarda a la vuelta de la esquina. Pero con ella no se acaba todo. Ninguna prueba es concluyente, sólo la fe nos asegura la posesión de las cosas que creemos. No se trata de creer algo conveniente, como aconsejaba Pascal a sus amigos matemáticos incrédulos: "La probabilidad podría ser de una en un millón, pero si sale esa opción, estaríamos perdidos". Se trata de creer más bien lo 
que es, aun cuando no se perciba con la fragilidad de los sentidos.

Morir en gracia es la puerta conducente a la "esperanza", por retomar la idea de Dante al evocar el lugar opuesto donde se "acaba la esperanza", el infierno, un "estado" no muy referido en nuestros tiempos, pues se considera de mal gusto.

En efecto, a estas "dos posibilidades" reales, se refiere la fe, y la "gehena", "infierno", se mencionan de diferentes maneras en las 14 veces donde esta voz aparece en el Evangelio. El contraste es el cielo, donde con diversas nombres (Reino, bodas, habitaciones, etcétera) se nombra a esa felicidad eterna de quienes "han lavado sus túnicas en la sangre del cordero", bien ya en esta vida o el ese paso transitorio llamado purgatorio.

Por eso este mes, la Iglesia, recuerda con "sufragios" a quienes, ya fallecidos, pudieran estar "esperando" en el purgatorio ese momento en donde ya se contemplan cara a cara la Verdad, la Bondad y la Belleza, y, en ellas, a todo el innumerable grupo, "imposible de contar" de quienes nos han precedido en ese encuentro definitivo donde ya no habrá más lágrimas.

Vale la pena esta creencia y "esperar velando" el momento de ese encuentro con el amor. Y la determinación a permanecer en esta vigilia de amor, más allá del "por si acaso", vence a cuanta malaventura se pudiera presentar en esta tierra.






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