Saltar del deseo al derecho: un salto mortal de moda

Se da de manera natural. Del deseo de ser padres se ha valido la naturaleza humana para llenar la tierra. La fecundidad, desde los tiempos de Adán y Eva, ha permitido al hombre emprender un ciclo de vida, que, sin más recursos, ha ido adaptándose a las circunstancias más disímiles de la geografía y sus variaciones.

Es cierto. La vida humana se adapta. Desde la tundra al desierto, de  los bosques a las regiones esteparias,   de las alturas montañosas a los valles fecundos. Pero la forma de llegar a esa paternidad, desde el principio, tiene un cauce específico natural.

Y, hasta la fecha, el hombre lo ha hecho bastante bien. Una generación sucede a la anterior y la tierra se ha poblado. Pero, una vez más, el hombre se ha fijado el árbol de la ciencia del bien y del mal. Hay frutos de ese árbol que no conviene comer. Es decir, no todo lo que es posible, se puede llevar a cabo. La razón moral indica precisamente qué actos cumplen el cometido de contribuir al fin del hombre.

La razón de esta "advertencia" no radica en ponerle trabas a la libertad  o la ciencia. La razón del hombre en sus devaneos intelectuales va descubriendo fronteras inéditas, posibilidades "nuevas". Así es. Y se nos advierte sobre el "afán de novedades" del hombre, pues no todo conviene. La unión sexual se reserva al matrimonio de un hombre y una mujer. Caben otras posibilidades sin duda, pero el fin del acto conyugal, marca el cauce a seguir. Es bueno todo lo que contribuye a la perfección del relación sexual abierta a la vida dentro del matrimonio

El fin del matrimonio son los hijos y la satisfacción sexual de los esposos (hombre y mujer, claro). Si, por ejemplo, si al contraer matrimonio se tuviera como intención evitar los hijos, esa unión no sería válida. Pero sin los hijos no vienen a pesar de las relaciones sexuales (y no hay causa fisiológica que lo impida), se debe saber de antemano que el matrimonio no tiene derecho a los hijos, por muchos deseos que tengan de ellos.

Por supuesto, la ciencia ha dado con métodos para no concebir y para concebir sin que medie la relación sexual entre marido y mujer. Estos procedimientos van hasta el "vientre de alquiler" (pues se paga por el uso de ese espacio, como en las relaciones con una prostituta), y la bioética indica que no puede ser objeto de transacción comercial alguna el cuerpo humano y su material genético, tal como muchas leyes lo apoyan.

Ahora, sin embargo, todo se quiere legalizar, incluso los deseos. Hay unos códigos para el funcionamiento de cada cosa, incluso las "no materiales". Alguien se puede empeñar en conducir un coche sin luces, con el motor en "reversa" en una autopista de noche. Es una locura, por muchos deseos que se tengan y por mucha satisfacción que causa.

Pero hemos llegado al punto, donde se quiere pensar por libre, matando la libertad. La libertad tiene un fin, consistente en el bien de la persona y en la búsqueda de la verdad. El desorden en este proceso se puede leer cada día en los media

Son cuestiones de principio, con independencia de las consecuencias del acto. Y el derecho es cuna cuestión de principios. El poder no está para satisfacer caprichos o modas, sino para contribuir al bien común y al de la persona

Por ejemplo, realizar los deseos de santidad, son algo que rebasa la capacidad de hombre, pero es algo querido por Dios para cada hombre. Por lo tanto, ¡¡se puede!! Así se infiere de la leyenda de santa Teresita en el encabezado.





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