El problema mundial comienza hoy por el sistema educativo (la familia forma parte)

Una vista al panorama del mundo contemporáneo actual, no deja buen sabor de boca. El bien común, el bienestar social de la sociedad, no acaba de consolidarse, si bien se admite como un dato verdadero el avance de los niveles de vida durante los siglos XX y XXI.

La gente en general, sobre todo el estrato más joven, no está contenta. Desde la niñez, quienes gozan de esta fortuna, se enrolan en un sistema educativo. El acceso a los estudios universitarios es todavía un bien escaso, y, en muchos países, apenas se culminan los procesos de educación media y media superior.

Incluso, quienes pueden culminar el proceso de educación superior, se encuentran, al concluir, con las puertas del empleo cerradas. La desesperanza cunde entre estos jóvenes privilegiados, cuando no pueden emprender las etapas siguientes de la socialización, consistentes en ir dando los pasos para formar una familia, con la capacidad de sacarla adelante. Y se enganchan con facilidad en las políticas callejeras de protesta continuada.

Los recursos económicos escasean. Muchos jóvenes, lejos de emanciparse del entorno familiar, deben ir al amparo de los padres para poder subsistir. Por tanto, las decisiones sobre la vida matrimonial se estacionan; la aventura de emprender la formación de una familia, se traslada a un horizonte más lejano, y, en ocasiones, cuando la vida de los hijos aparece, se debe contar con la ayuda de los abuelos para su cuidado, mientras los relativamente recién casados, o que conviven sin compromiso alguno, disfrutan de la suerte de tener un trabajo, y así sobrevivir con las exigencias, o amenazas,  de un país desarrollado.

Paralelamente, sin embargo, se ha ido instalando en  el mundo más desarrollado, el conocido consumismo y la ostentación. Ropa, zapatos, joyas y relojes son los lujos más demandados por los jóvenes menores de 35 años. Mientras hace unos pocos años, la ropa debía durar y, en ocasiones, conservarse para otros hermanos, ahora se compra por comprar en cantidades exorbitantes. Un reloj duraba toda la vida, y las joyas no se veían excepto en algunas persona de cierta edad. 

Inmersos en el mundo de las prisas, a los seres anónimos les interesa impactar en sus encuentros breves, fortuitos. Y la manera de hacerlo es llamando la atención de los sentidos propios y ajenos, mediante perfumes y cosméticos, y luciendo los cuerpos hasta donde sea posible. Mientras en algunas escuelas europeas y del medio oriente todavía se discute si se debe o no llevar el velo, en Argentina y en otras regiones, las jóvenes se desnudan de cintura para arriba en público para demostrar su disgusto con alguna ley sobre la "decencia".

Vemos, entonces, cómo los sistemas educativos del mundo no están cumpliendo con su función de formar personas para que, cooperando entre sí, se vaya consiguiendo ese bien común tan necesario en la sociedad.

Claro, el "sistema educativo" no se limita sólo a la escuela. Desde lo primeros pasos en la enseñanza, los padres deben acompañar a los hijos en este proceso, secundando las exigencias de los profesores sobre los alumnos, con el fin de ir alcanzando el fin propuesto de acuerdo con los valores familiares. No se pueden los educadores, padres y maestros, apartar unos de otros. Los hijos se miran en el espejo paterno y, quizá en el  magisterial, cuando es atractivo.

Por eso, las entidades sociales encargadas de velar por ese bien común, deben producir las leyes necesarias para conseguirlo, desde los encargados del gobierno, pasando por la procuración de justicia y los representantes políticos de la ciudadanía. La mira de toda persona responsable debe ser ese bien común, aunque se aparte de la moda y del capricho personal o social.

Cuando este proceso no se afina, comenzando por los padres de familia, constituidos en matrimonio formalmente mediante compromisos estables, no podemos esperar que, otras entidades más alejadas del núcleo en donde se forja el porvenir  de la persona, de la nación, de la patria, se ocupen con seriedad de este cometido.

En fin, el núcleo de la sociedad viene dado, desde antiguo, por la familia. Cuando se desbarata o se juega con la idea de familia, siguiendo teorías y caprichos malsanos, la sociedad se derrumba. Entonces, se trata de conseguir por la fuerza lo que no se consiguió en la libertad. Los entes económicos y políticos deben procurar entonces que la creación de empleos sea su primera ocupación, por encima de las luchas partidistas y las modificaciones legales de asuntos de relumbrón. 

El hombre ha venido a la tierra a trabajar, ese es su cometido. Y todos las fuerzas de la sociedad, deben contribuir mediante este medio a alcanzar su fin, preparando a las personas para trabajos de lo posible, sin quimeras.

Sin duda, los males de la actualidad vienen de ese desplazamiento de la familia en su esencia, de sus valores y de su generosa entrega a esa labor de educar que, como sabemos, nunca termina. Es una exigencia constante.

¿Y qué es el bien común?, se preguntarán  algunos. Pues, dicho de manera simple, consiste en olvidarse un poco de sí mismo, y de comenzar a ocuparse eficazmente de los demás, del otro que pasa a tu lado. 

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