El Titanic y los mártires de Sebaste










El impacto del Titanic con un témpano de hielo ocurre la noche del 14 de abril de 1912, y el hundimiento se produce un día después.

Las aguas heladas del Atlántico acabaron con la vida de muchos. Pero quisiera comparar esta situación, en parte, con la muerte de 40 soldados en la ciudad de Sebaste, Armenia,  en el año 324 de nuestra era, cuya fiesta la Iglesia celebró ayer.

Estos soldados de la Legión XII Fulminata prefirieron la muerte en un estaque helado a renunciar a su fe cristiana. Con sus cuerpos ateridos por el frío, se animaban diciendo: "Cuarenta, Señor, bajamos al estadio, haz que los cuarenta seamos coronados". Se cuenta que la defección de uno de ellos fue suplida por unos de sus guardianes, impresionado por el ejemplo de estos soldados y al ver que los ángeles traían 40 coronas él quiso merecer la del huido.

¿Qué relación guarda esta narración con el hundimiento del Titanic? Del naufragio de este barco se siguen contando mil historias, todas relacionadas con la causa de esta tragedia.
Pero hay una historia, al parecer cierta, que puede emparentarse con los soldados de Sebaste. 

Cuando el capitán y la tripulación del barco constataron que el Titanic se iba hundiendo, los músicos de la banda del barco cesaron de tocar la música profana animadora de la fiesta  organizada para esa noche, y  a petición del público entonaron una de las piezas musicales más bella de esa época (Nearer my God  of Thee) todavía común en las iglesias en el momento de la comunión  hasta los albores del Concilio Vaticano II. Artistas como André Rieu, todavía se atreve a interpretarla en sus giras de hoy, con su impresionante orquesta de coros, violines y metales, y arranca lágrimas de una audiencia contada por  miles (Abajo se proporciona la dirección para escucharla).

La letra, reza así: "Cerca de ti, Señor, quiero morar/ Tu grande y tierno amor quiero gozar/. Llena mi pobre ser, limpia mi corazón/ Hazme tu rostro ver en la aflicción".   

Yo no conozco un acto de contrición y de amor tan sentido y delicado como lo expresado por estas ideas nacidas de un corazón arrepentido. Esta, creo, es la conexión entre Sebaste y el Titanic. Mientras oían los acordes de esta música, entregaban el alma a Dios en las aguas heladas.

El Señor, sin duda, escuchó el ruego de  esta plegaria musical mientras se hundía el Titanic, cuyos versos se deben a la actriz británica Sarah Flower Adams (1805-1848),  y la melodía más conocida se compone en 1856 por  Lowell Mason, como parte del tema Bethany. Si la realidad de la historia ocurrió así, resulta ser  un fin admirable. 

Verdaderamente hay una escala que sube y baja del cielo.

Se puede escuchar una bellísima interpretación en https://www.youtube.com/watch?v=sKX9e8Qv1PA




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