La influencia católica en Umberto Eco: ¿sólo nominal?

Umberto Eco acaba de fallecer. Los media hablan de todo sobre su persona, es decir, todos hablan de los mismo. Se saltan un poco de dónde le viene a este intelectual, tan bien ponderado por los intelectuales de turno, su energía y su postura ante las cosas de la vida,,,y las de la muerte y las del más allá.

El rastro de su padre desaparece tras la II Guerra Mundial, y su madre manda a Umberto con los padres salesianos, bien asentados en la región de su origen  piamontés, al Norte de Italia. 

Sin duda, como a todos los que han pasado por este sistema educativo, le quedaría resabios de su devoción a san Juan Bosco, fundador de la orden, y de su protectora de siempre: María Auxiliadora. Eco,  de manera concreta se refiere a Don Bosco  en su obra de forma explícita.

Conocí a Umberto Eco en un Congreso de Comunicación organizado por Televisa en Acapulco en el año 1974. Era el mes de junio. Después de las diferentes presentaciones del día, algunos nos juntamos en las piscinas del hotel, antes de la cena. 

El fin de Congreso estaba en quitarle protagonismo al gobierno de México en su afán de controlar los medios de comunicación para fines sociales. El presidente Echeverría ya tenía la zarpa encima de la iniciativa privada, pero los intelectuales de todo el mundo allí invitados por el patrocinador Azcárraga, consiguieron un pacto. Televisa se dedicaría a la causa social por medio de las telenovelas. Éstas se iban a convertir en el medio más poderoso de control natal jamás conocido jugando con la trama de cada obra.

Miguel Sabido, mexicano experto en estas lides, convenció a los representantes del Gobierno, entre ellos al Secretario Zapata, que se podía apoyar la campaña del presidente Echeverría para el control natal: "La familia pequeña vive mejor". Para tal fin, las tramas de las telenovelas, en donde Televisa ya descollaba, se puso al servicio de esta ideología, y, en un par de años, se redujo la tasa de natalidad de 5,6 a 3,2 (aproximadamente), un récord increíble en el historial de la ONU en su llamada a disminuir la población e impedir que el mundo explotara, según los cálculos del Club de Roma.

El presidente Echeverría quedó feliz. Azcárraga, respiró hondo después del acuerdo, y, el señor Sabido, inesperadamente, recibió como premio la casa de su patrón y dueño del consorcio Televisa, el señor Azcárraga Milmo, con el pago de todo lo que llevaba encima (50 pesos), delante de notario.
Pero, ¿en dónde se queda el el señor Umberto Eco? En la piscina, En ese tiempo empezaba a despuntar en sus teorías de Comunicación y la Semiótica. Enen el Congreso de 1974, estaba también Marshall McLuhan, el famoso profesor canadiense, católico, que había asombrado al mundo con sus publicaciones sobre teorías de Comunicación, entre las que estaban La Galaxia de Gutemberg  y la conocida obra Understanding Media.

Tanta era su preponderancia, que se dispuso un panel de los invitados al Congreso  a discutir contra Marshall McLuhan. No pudieron con él, aunque  los ataques llegaban hasta el campo de lo personal, y McLuhan, con inteligencia y argumentos se iba quitando a todos de encima.

Pues bien, esa noche, Eco se quedó en la piscina haciendo chistes sobre las teorías de McLuhan. "Estas escaleras de la  piscina (de trazado irregular) seguramente las ideó McLuhan", bromeaba el señor Eco.

Las teorías de McLuhan son muy compatibles con el pensamiento católico, del que él era un buen exponente, y recobran su fuerza hoy, especialmente, a la luz del desarrollo de las redes sociales.

En el caso de de Umberto Eco, la influencia salesiana en su adolescencia fue tan marcada, que navegó toda su vida como no creyente y fue enterrado en una ceremonia civil.

Tengo para mí, que la forma de arrancarse  la piel de su formación católica, como rebeldía tal vez, le llevó a meterse en los surcos del nominalismo medieval, que, sin negar la realidad, elabora la suya propia por medio de signos y cábalas.  

Eco no pudo salir de ese embrollo y confesar la fe su adolescencia,  o bien no quiso hacerlo, porque desde su postura, lo único importante son los signos, los nombres, no las cosas.

En efecto, su gran éxito editorial, El nombre de la rosa, concluye con la siguiente expresión: Nomina nuda tenemos (sólo "Tenemos nombres desnudos"). 

Descanse en paz.








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