El alma no duerme



Los recuerdos y las imágenes que suscitan bullen a deshoras, sin proferir palabra. A veces sí, se sueltan  sonidos, casi ininteligibles para el que pudiera escucharlos.

El alma no duerme. Siempre en vela, al colarse  por los resquicios del sueño perturba  al durmiente, que no posee ningún control sobre el resultado.  Pensamiento y lenguaje; y también sentido y palabra. Significante y significado. Elementos materiales e inmateriales destinados a convivir siempre sin acabar de conocerse.

Me dijiste sólo palabras, que no tenían sentido ---decía la despechada a su amante, cuando ya no  podía entender la superficialidad de su relación con ella. Sin duda, el sentido y la palabra guardan una relación, pero no todos la entienden. 

El lenguaje no se compone más que de sí mismo, aunque experimentemos sonidos por una parte, que, a su vez, pueden o no tener  sentido. De la misma manera, no podemos diseccionar un cuerpo y poner a un lado la vida para realizar un análisis anatómico.

La explicación clásica, discontinuada a veces por tantos abusos cometidos pero que no se ha substituido por otra mejor, consistiría en decir que la palabra es la materia cuya forma sería el sentido, algo que negaría Descartes, por ejemplo, al desestimar las "formas substanciales", pues la materia no sería más que la prolongación del "espacio, pura extensión, y, el "alma" puro espíritu. Pero, entonces, ¿cómo explicar la unidad  de partes tan disímbolas, algo  tan heterogéneo  como lo son significante y significado?

La palabra es un acto creador libre del homo loquens. No tiene partes, no se puede medir ni cuantificar, no se puede separar lo que está unido desde el principio. Sólo así se logra un sentido al nombrar las cosas o las ideas valiéndose de otras palabras, a sabiendas de que serán siempre aproximaciones a las imágenes que de las cosas tenemos y matices de nuestros pensamientos.

Durante años, se han querido sanar las enfermedades mentales reduciéndolas a su dimensión biológica. Las píldoras entran en funcionamiento para tratar depresiones y neurosis. Los que eran cientos de miles de pacientes ayer, hoy son cientos de millones. 

En vez de un cambio necesario de conducta del que los síntomas de agotamiento y angustia son la parte externa de un asunto más complejo en el interior, se anula ese ejercicio necesario para cambiar de vida o de forma de pensar y  se deja el organismo en manos de Morfeo con una buena dosis de tranquilizante.  

Todo se pretende que sea mecánico. La lingüística y el cuerpo humano. Acción y reacción. La psicología de tintes freudianos se cuela hasta la vida religiosa y monástica. Los sentires y quienes se refugian en la casuística de la razón, siempre pronta a procurar porqués a cualquier cosa que sucede en el interior del alma y en la sociedad, está dando al traste con la piedad: ese respeto sin concesiones a los padres, a la autoridad, a la tradición, a los principios y buenas costumbres. 

Ayer, sin ir más lejos, dos adolescentes acompañaban a una señora, su madre, tal vez, a Misa. A uno de los jóvenes se le dijo  con una sonrisa que se quitara la gorra, impropio atuendo en ese lugar de culto. Pues bien, el joven se la quitó pero abandonó la iglesia. La madre, cuando se enteró de lo sucedido por boca se su otro vástago, salió en su busca, no sin antes advertir a la señora cuyo marido había advertido de lo inadecuado de llevar una gorra al hijo, que les hacía responsables de que su hijo no oyera misa, cosa que efectivamente ocurrió. El adolescente, molesto, nunca regresó al templo.

En efecto, cuesta mucho corregir la conducta, comenzando por los padres de familia. Es más práctico invocar el síndrome del déficit de  atención y darle una pastilla al niño (antes se solía dar una bofetada, pero claro, eran otros tiempos), en vez de enseñarle un mínimo de respeto en la escuela y en casa. 

El alma no duerme, como decíamos al principio. Es la forma substancial del cuerpo con la que el alma se ciñe para lograr una unidad. Si bien la naturaleza humana tiende a la molicie, y el recordar, aprender y el querer cuestan lo suyo, no por eso los padres, maestros, la gente de la calle, deben olvidar su labor de enseñar (y exigir) al que no sabe, una obra de misericordia, quicio de muchas otras. 

En fin, nos hemos dejado llevar a donde no queríamos ir. Una disculpa.








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