¿Por qué van los países tan mal?

La economía va tan mal porque todo se ha convertido en economía. ¡Es la economía, estúpido!, insistía el asesor político del  presidente Clinton, James Carville.

Si queremos ver el mundo, sólo aparece a través de una cortina económica, no importa si se trata de la moda, la política, el entretenimiento o las relaciones internacionales entre países desarrollados, subdesarrollados y emergentes (lo que eso quiera decir).

La "renta per capita" es lo que verdaderamente importa. Y que pagues los impuestos. Sin embargo, los poderosos trafican y esconden sus capitales en los llamados paraísos fiscales. Hasta que un día los cogen con las manos en la masa, y empieza el tira y afloja con el gobierno en turno. Y los que menos tienen (aparentemente) se dedican a lo que se llama la "economía informal", es decir, a tener un negocio en alguna parte, pero sin declarar los ingresos y los gastos, con el fin de no pagar ni un céntimo en las declaraciones debidas a hacienda.

Un profesor estadounidense daba la receta para sacar a los países de la crisis: que todos paguen los impuestos debidos. Mientras en Europa,  España, no puede controlar un 25% de quienes desempeñan alguna tarea profesionalmente, en México, por ejemplo, prácticamente un 50% no contribuye al fisco debido a que se dedican al "negocio informal", algo así como las furcias realizan en su "economía sumergida".

El famoso actor francés Depardieu, cambió incluso su nacionalidad por la rusa con el fin de circunventar el susodicho pago de impuestos. Y otros se les permite inscribir  sus negocios de en estados en donde se cobra menos, aunque la actividad económica no se ejerza en ese país.

Las elecciones de los países, tanto a nivel local como general, se solventan según el trato que el candidato le da a la economía. Los conservadores apoyan a los negocios, y los partidos del trabajo, laboristas, etcétera, apoyan a los trabajadores pero con los recursos recabados entre los industriales. En el Reino Unido, reelegido como primer ministro, se apoya en su hombre fuerte del anterior Gobierno, George Osborne, canciller del Exchequer y, además, primer secretario de Estado, con el fin de desarrollar un plan económico a largo plazo. 

Pero hay cosas que por naturaleza no son económicas. Por ejemplo, las personas, el conjunto de la creación para que sirva de ámbito excelso a la vida del hombre, los seres que lo habitan, etcétera. Cuando todo este universo se empieza a constreñir para que quepa en un recinto económico, mejor dicho, financiero, entonces, se produce un grito silencioso, como el de Munch en su pintura, que trata de salir a flote de la pestilencia creada artificialmente por los negociantes sin escrúpulos.

Economía significa en su raíz griega, el que gobierna una casa, y el diccionario de la Lengua la define como "administración eficaz y razonable de los bienes".  Ojo, porque se habla de bienes, y estos distan mucho de reducirse solamente a cuestiones crematísticas y  materiales.  Cuando una casa queda sin ese gobierno razonable, bueno, entonces comienza a caer lo que en México llaman chahuistle, una plaga o mal que arrasa con todo.

Ocurre, entonces, que cada día hay más casas, más familias, sin nadie que las administre, por dos razones. Porque nadie les ha enseñado cómo hacerlo o, bien, porque se imagina que es mejor dedicarse a las cosas más redituables por fuera, dejando incluso a los hijos pequeños atados con cadenas (es una historia real, hay muchas) mientras los padres se dedican a los negocios. Entonces, el Estado entra a poner orden en donde nunca debiera poner siquiera un solo pie. 

Sí, estamos de acuerdo que los males de hoy se deben, estúpidos (como gritaba el asesor de Clinton), a la economía, pero es que se nos ha olvidado el sentido original de este gran concepto:  ese gobierno amoroso de los bienes de un hogar, que empieza por las personas que en ella conviven como familia.






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