Matrimonio y familia: invento divino

Acercar las almas a Cristo.

Un buen amigo, me hablaba no hace mucho de la labor tan impresionante realizada por personas buenas con quienes se encargan de la formación de los fieles en sus respectivas parroquias.

Cuando me dijo quienes iban  a ser en este ciclo  los invitados más conspicuos,  me desconcerté un tanto. Los invitados para hablar acerca del matrimonio y la familia eran expertos en psicologías y psiquiatría.

La razón para la elección de tales sabios en los problemas matrimoniales es que ahora las cosas en las familias se están poniendo bien "feas" y ahí la preocupación de mi amigo y la propuesta de remedios.

Pero, ¿por qué se están desarreglando las cosas? 

La respuesta nos viene dada si consideramos la naturaleza del matrimonio, origen de  la familia verdadera. El matrimonio es un sacramento. Algo instituido por Jesucristo, quien se compromete de por vida con los contrayentes para que perseveren en medio de las alegrías y dificultades de la vida. 

Pero, ¿qué ocurre entonces, cuando sacamos a Dios de la vida matrimonial? Pues como el matrimonio visto como sacramento es algo entre "tres", si sacamos a Dios de esa convivencia, el barco comienza a hundirse.

Entonces, no podemos llamar a expertos en psicología a que nos digan qué debemos hacer en terrenos que no son de su competencia. Hay que acercar  las almas a Dios. En eso debe consistir el ministerio de los "formadores" de agentes responsables de la educación familiar en las parroquias.

Eso no significa en absoluto que si en la vida de los casados existen problemas concretos que tienen una vertiente psicológica, deneguemos esa ayuda. Por el contrario. Al César, lo que es del César. Pero, enseguida debemos añadir:  Y "a Dios, lo que es de Dios".

El matrimonio, la familia, son de origen divino. No resultaron del invento casual de algún político iluminado. Entonces debemos recurrir al autor de esas instituciones clave para la sociedad, para que nos ayuden a encontrar el camino que se ha perdido entre los afanes de tantas cosas terrenas.

Así,  pues, hay que regresar a Dios lo que de Dios es, si queremos poner orden en la sociedad de nuestro tiempo, que tiene su fundamento en el matrimonio que se abre a la vida para formar una familia:  la iglesia doméstica


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