Desentrañar la naturaleza

Darle a cada cosa su sitio, implica not taking for granted aquello con lo que siempre vamos cargando. En este caso, nuestra naturaleza.

En primer lugar, nosotros cargamos con la naturaleza, y no al revés. Se quiere significar con el nosotros la personala señora de la casa, cada uno de nosotros. 

Esto es así porque hay atributos que no son de la competencia de la naturaleza. Por ejemplo, la libertad. Hay naturalezas que no la tienen. El hombre, sí. Pero el hombre la tiene porque es persona. 

Ahora bien, si la señora de la casa se desentiende sin fundamento alguno de dirigir la atención a esa idea que se nos presenta de repente, entonces comienza lo que llamamos la "pérdida de tiempo". 

Esto ese así, porque la naturaleza de suyo no cala la realidad, sino que con su ley natural, cual debe, reacciona a lo que se le presenta de acuerdo con ella.  Es, en este sentido, exactamente lo que haría un animal desarrollado. Sopesa las alternativas y elige la más indicada de acuerdo a su naturaleza. 

Siempre cabe la posibilidad de que uno se niegue a seguir esa ley natural. Optar o no optar por algo según los dictados de la naturaleza. ¿Y por qué alguien podría escabullirse de este precepto tan natural? Por lo mismo que dice san Pablo: experimento dentro de mí otra ley, la de los sentidos, la de las apetencias, la de los caprichos, que me incitan a no hacer el bien que quiero. 

¿Por qué se obra entonces en contra del propio querer? San Pablo tiene una respuesta: por "el pecado que habita en mí".  Esta frase tiene mucha tela, y nos remite a las instancias del pecado original. Si alguien no acepta esta propuesta, se va  a encontrar continuamente preguntándose "por qué", "por qué", "por qué" hago yo esto que se aparece como impresentable. En fin, podemos caer en mano de los impulsos que suelen justificar casi todo lo que nos viene en gana. 

Es decir, tendremos muchas "razones" para obrar mal, y eso es así porque nos refugiamos en el mundo de la razón que nos pregunta por "causas", ya que nos hemos quedado en nuestro interior acomodaticio, capaz de generar mil razones, pero ninguna de ellas "verdadera".

Es decir, el cuerpo se rebela y la soberbia dicta el camino de la autonomía, que nada tiene que ver con la libertad. Y no ponemos suficiente atención para retener esa razón y cotejarla en el tribunal de la conciencia para que emita un juicio. La libertad de albedrío desea detenerse en esa nueva y posible instancia,  pero no ponemos la suficiente fuerza para retenerla.

Pero eso no es actuar con  libertad. La libertad sabe esperar porque valora la idea que se nos presenta, y quiere darle su sitio delante de la conciencia.

Como podemos ver, queda mucha tela que cortar si de veras deseamos desentrañar esa idea que se nos presenta para ver su contenido de verdad y las  relaciones que se crean entre naturaleza y persona, que no se pueden ver en medio  del apresuramiento, aunque siempre caminen juntas.

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