¿Homosexualidad o santidad?

Aquí no se trata de dilucidar si un homosexual puede ser santo o, por el contrario, si contamos hoy en la Iglesia con algún santo homosexual. A cualquier persona se le pide que viva la castidad en su estado.

Desde luego, la Iglesia no se ha pronunciado nunca sobre esta cuestión por la sencilla razón de que, en primer lugar, todas las persona están llamadas a la santidad; y, en segundo lugar, entre las consideraciones para alcanzar la santidad no está la de ser homosexual. El Evangelio demanda escuetamente por boca de Jesús: "Sed santos como mi Padre celestial es santo", que no es poco pedir.

Pero resulta que el papa Francisco ha anunciado que en el mes de septiembre, de vista a Estados Unidos, canonizará a fray Junípero de Serra, quien a finales del XVIII fundara algunas de las ciudades más importantes del estado de California.

Este santo mallorquín representa  con su efigie a este estado de California, una prerrogativa que, por pares, posee cada estado de la unión americana. Cada estado, entonces, tiene dos esculturas en el Capitolio de Washington.

El asunto es que ahora, un senador de origen mexicano del Congreso californiano, declaradamente  gay, ha presentado la iniciativa de que se sustituya a fray Junípero por Sally Ride (1951-2012), la primera mujer astronauta que, según manifestó su compañera Tam O'Shaughnessy, vivió como homosexual durante 27 años, y es un símbolo para la comunidad gay de California. 

Para Tam, el hecho de figurar en el Capitolio de Washington, "serviría de inspiración a los jóvenes de todo el mundo", de acuerdo a sus declaraciones a Los Angeles Times. 

Hasta aquí nos hemos servido de los datos de un artículo publicado de Pablo X. de Sandoval en El   País.  

El resultado de esta decisión política nos dirá sin duda mucho de la sociedad en la que hoy nos toca vivir. Fray Junípero dejó su familia, a la que no volvió a ver, después de estudiar los doctorados en Filosofía y Teología con los padres franciscanos en la isla  de Mallorca, en cuya universidad llegó ser catedrático por oposición. Pasó por las misiones de Sierra Gorda en la zona más agreste de Querétaro, Méjico, y en 1769 parte hacia las tierras de California, donde permanece hasta su muerte en 1784, a los 71 años. La huella dejada en Méjico, sin embargo,  no está a la altura del reconocimiento que se le debe en la inculturación de los nativos.

California ahora debe conocer la vida de este incansable promotor renueve misiones en ese estado, donde además de la fe, se preocupó de enseñarles un oficio para que pudieran salir de su vida nómada. A su muerte, los indígenas lloraban. El amor, cuando es auténtico, se manifiesta de manera espontánea y no repara en obstáculos con tal de paliar la necesidad del otro.

Con independencia de la canonización de fray Junípero de Serra en septiembre por el papa Francisco, debemos reparar en la verdad de una idea hecha realidad, que ha colmado de gozo a los pueblos de California durante 300 años, y, precisamente esa devoción continuada, será el milagro que lo lleve a los altares.







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