Amor y tiempo

Cuando la verdad de algo, de una cosa, se confunde con las formas de pensar o con los intereses decantados en un sentido, mal cuento. 

Me atrevería a decir, que, en esas circunstancias, donde alguien se siente atraído por los reclamos sin fundamento de algo o de alguien, diría que falta el amor.

Esto ocurre con más frecuencia de lo que creemos. Una razón es la falta de tiempo. Hay que detener el tiempo de esos relojes tan llenos de esferas, para que podamos posar, mejor dicho, reposar nosotros, en esa fotografía sin movimiento que nos queda al detener todos los relojes del mundo.

Lo que puede lograr tal proeza en el mundo ajetreado de hoy, es vivenciar esa realidad que siempre está abierta. Salir de nosotros mismos para ir en busca del otro que espera de nosotros esa atención. Sentir que otros nos aman en lo que somos, promueve, sin querer, porque no depende de la voluntad, un afecto tal, que puede acabar en lágrimas de agradecimiento.

No estamos hablando de sentimentalismo, sino de sentirse mirado, aunque sea una sola vez en la vida, íntegramente, y aceptado sin más en lo que soy, en ese ser que a veces nos da vergüenza mirarlo.

Esa es la mirada del amor, que dirige la atención, lejos de cualquier interés (aunque lo haya), al ser que se contempla.

Pero hace falta tiempo. Mejor, se requiere parar el tiempo para ser verdaderamente libre, para no confundir el amor con la autonomía, con el quedarse consigo mismo.

Por eso el que ama nunca está solo, y se detienen todos los tiempos para el enamorado.

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