"Violencia de género", "violencia machista", o mejor, ¿simplemente "violencia"?

Hemos asistido, cada vez más frecuentemente, a acaloradas discusiones entre gentes profesionalmente preparadas, a la hora de evaluar la situación de cuestiones candentes con repercusiones en la administración de la justicia.

Lejos de la sofística académica, se trata, diríamos, de poner las cosas en su sitio, con independencia de la ideología escondida en sus pliegues argumentativos.

La violencia consiste en constreñir de alguna manera, la libertad de una persona, sin importar su edad, sexo o condición. Las leyes tendrán que precisar las condiciones de esa violencia: contra un menor; con o  sin la presencia de una provocación previa, verbal, familiar, el llamado bullying, el uso de fuerza bruta, etcétera. 

Pero, en todo este debate, ¿qué tiene que ver el género de una persona? Se trata siempre de una persona, y si tomamos partido por el sexo, masculino o femenino (ahora hay también neutro) estamos dejando con una  defensa precaria a quien no siendo mujer, por ejemplo, ha cometido una agresión contra otra persona del sexo femenino.

La violencia no es de "género"; es, cualquiera que sea el sexo de la víctima, un acto contra la dignidad de una persona, sea de índole psicológica o físico. Tampoco podemos recurrir al subterfugio de "machista" cuando la víctima sea una mujer atacada en su intimidad por un hombre. La frecuencia de actos de este estilo en una demarcación concreta no define el caso particular de una agresión. El acto se define por los detalles que concurren a su realización, a especificar por la ley en un juicio.

En efecto, no podemos dejar el paso que la ideología, no importa cuál fuere, venga a ocupar el sitio de un acto violento. Aquélla se basa en un "pensamiento"; éste, se configura en un algo "real".

Por supuesto, la gravedad de un acto violento tendrá gradaciones, y en esas definiciones, se basarán su gravedad definidas en un  juicio y su sentencia. En fin, se trata de decir, no a la violencia, punto.