¿Se puede producir el asombro?


En esa breve pregunta del encabezado, se esconde la contradicción  y el veneno. En el mundo de la magia, el mago va preparando el escenario para captar la atención del espectador mientras mueve la pieza fundamental de su juego destinado a producir el asombro, y maravillar a quien asiste al espectáculo digno de un circo aunque se realice en familia o con los amigos.

Ya hemos mencionado en otros posts el énfasis puesto por grandes pensadores clásicos sobre la importancia del asombro para lograr el aprendizaje. Entonces, no faltan maestros que han descubierto esta aspecto y se dedican a "producir" en sus clases espectáculos asombrosos con el fin de captar la atención del estudiante, dando por descontado que, a partir de ahí, se facilitará el aprender de su lección.

El problema, sin embargo, ocurre cuando vemos muchos profesores convertidos más en payasos que en maestros. Sin duda, el pensamiento traído a colación respecto al asombro, sigue en pie, como un buen principio; pero el asombro no se puede "producir". Quien va por ese camino, yerra.

SI  seguimos con el ejemplo del magisterio, debe ocurrir que el asombro no es un añadido a lo que se pretende enseñar, sino que nace de lo enseñado. No se trata de vestir la enseñanza con un ropaje especial para llamar la atención, sino al contrario: se debe desvestir, desnudar de lo superfluo, de formas falseadas, lo que se dice de algo,  para lograr captar la atención, pues ante la cosa admirable vale la pena ser receptivo, sin distracciones. Se trata de un algo  real de cuya presencia se gana en comprensión, sin más, sin razonar siquiera.

El mismo papa Francisco invitaba la víspera de  Navidad del pasado año, a hacerse pequeño y recuperar la capacidad de asombro.


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