La noticia de la santidad y el Opus Dei


Hay quienes acusan al Opus Dei de darle muchas vueltas al asunto de la santidad, como si fuera una prerrogativa de esta institución.

La verdad ni se parece a tal pensamiento. Esta idea, así de clara, aparece ya en el inicio de la carta de san Pablo los Efesios: "...por cuanto nos ha elegido en él antes de la fundación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor.

Siendo esta la razón de ser del hombre en el mundo, nos debería extrañar cómo es posible que se haya desvanecido de la cultura actual esta verdad maravillosa y clara. Yo diría, con atrevimiento, sin ambages, que resulta natural, este designio divino porque ha nacido del amor.

Dios, sin necesitarnos en absoluto, nos ha querido desde siempre. En él no hay tiempo, un antes o un después. Hay un presente continuo desde se divisa todo desde la infinitud de las tres divinas personas. Y tanto se enamoran de nosotros antes de crearnos, a sabiendas de qué iba a pasar y del remedio para rescatar al hombre de su caída, que todo un Dios se hace hombre para redimirlo, tomando forma humana.

Pues bien, San Pablo, después de su estancia de tres años en Arabia a raíz de su conversión, descubrió esta verdad, y muchas otras, pero podemos decir de la "esencialidad" de este claro descubrimiento: Dios nos quería tanto, que no dudó en querernos para siempre, eternamente, algo no inscrito en nuestra naturaleza humana de suyo, pero añadido por el amor que nos tiene.

Por eso, con el paso del tiempo, el hombre ha ido olvidando la santidad, la única razón de su vida, pues el amor divino no puede, no ha querido prescindir de él. Así, el Opus Dei recoge esta verdad y la propaga por doquier porque realmente importa. Como en el pasado de maneras distintas, muchos de los hoy santos "vieron" esta noticia propagada por San Pablo hace ya casi dos mil años.

Es una pena este olvido, y todos deberían alegrase de tal noticia, pues no somos hijos de la casualidad, sino queridos nada menos que por nuestro creador para ser eternamente felices.

De ahí la alegría de la Navidad: nos recuerda ese momento de la aparición de Dios para convivir con el hombre y salvarlo.

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