Por qué las vocaciones en la Iglesia se pueden incrementar


Nos podemos preguntar cómo anda la Iglesia Católica en términos de vocaciones. La respuesta se puede presentar de muchas maneras, pero, en general, no hay una salida suficiente de vocaciones.

Los sociólogos dan muchas causas posibles, y también quienes no lo son. Vayamos primero a los datos provistos por la Santa Sede. Hay 90 seminaristas por cada millón de católicos en el mundo.  

Es cierto, ya en tiempos de Jesucristo, se nos advertía de la abundancia de la mies y de la escasez de operarios; pero, se nos daba el remedio: "Pedid al dueño de la mies, que envíe más trabajadores".

El Cura de Ars, en la soledad de un pueblo francés de apenas 300 habitantes, atrajo a personas de todo el país.  Hay que leer su vida para explicarse cómo.

Cuando la "sal se vuelve insípida", cuando la "luz" se apaga y la tierra se queda a oscuras, se pierden las pisadas de quienes son sal y luz. ¿Y cómo se puede encontrar sal con verdadero "sabor" y la "luz" capaz de iluminar el camino? Hay que volver a empezar, sin duda, pues la sal desvirtuada ya para nada sirve y los hombres la pisotean. Asimismo, los antros del mundo son la única luz de muchos: se vive de noche y se duermen las horas del día. Por ejemplo, vemos como en estos días de pandemia se encuentra gran resistencia para establecer la hora de cierre de los negocios nocturnos: les gustaría dejar sus puertas abiertas hasta el amanecer. Pero los que hacen el mal, aborrecen la luz.

Para encontrar el camino, debemos volver a las "Bienaventuranzas", las propuestas por Jesús en el Sermón de la Montaña. En especial, la primera: Bienaventurados los pobres de espíritu, porque ellos verán a Dios". Es el camino a la santidad.

Ese camino es siempre atractivo. Viene determinado por la vocación, cada quien la suya. El papa Francisco, nos lo deja bien claro en la Carta a los sacerdotes (2020):“La vocación, más que una elección nuestra, es respuesta a un llamado gratuito del Señor; por eso, llegaremos a descubrirla y a abrazarla cuando nuestro corazón se abra a la gratitud y sepa acoger el paso de Dios en nuestra vida”.

En resumen, se trata de querer lo que Dios quiere para cada uno.





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