Aceptar los límites..., clave del triunfo para no equivocarse


Da pena escuchar a muchos de los políticos actuales. Se muestran como dioses de la oratoria (siempre hay alguna excepción), capaces de lograrlo todo a base de decirlo. Son capaces de soltar una retahíla de frases sin sentido, con el fin de seducir a los omnipresentes y voraces media. Se trata de hablar. Viene a la memoria la frase  de Lope de Vega (1562-1635): "Justo es si lo paga el vulgo, hablarle en necio para darle gusto". 

Pero, ¿en dónde está el fallo? ¿En quien dice, en quien propala lo dicho a pesar de su vaciedad, o en quien escucha a quien siempre va por la misma vía?

Posiblemente los tres, a su manera, tendrá su parte de culpa. En primer lugar, quien habla no debe decir más de lo que cree saber. Pero, con una cámara delante, no hay quién se resista y no acepta sus límites. Habla de todo, y no rechaza las palabras de relleno.

Luego, los media descuidan su amor por lo verdadero, y la urgencia diaria de llenar un espacio, les hace descuidar los matices, y lo llenan con lo llamativo y lo burdo, sin respeto alguno por su profesión.

Por último, quien recibe el comunicado, aún tiende a dar por cierto lo publicado por los media, sólo por aparecer en un medio escrito o audiovisual, y sobre todo, si le puede servir en sus ratos de comadreo con amigos y vecinos.

En común, los tres casos adolecen de reconocer,  como apunta Jean Guitton, aunque sea una vez: Me he equivocado. 


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