Puede parecer que todo se viene abajo, pero, ¿es realmente así?




Hay indicadores de inseguridad en todo el mundo: la pandemia --algo nunca visto--;el curso de los acontecimientos políticos y sociales de Estados Unidos en el momento de traspaso de los poderes presidenciales; la ola de frío y nieve en Europa --España incluida--; la inseguridad de los gobernantes a la hora de tomar decisiones encaminadas al bien común; y se aplauden en todo el mundo, por ejemplo, la aprobación del aborto y la eutanasia incluso bajo el auspicio de gobernantes católicos, mientras  el reino de las drogas se expande sin cesar, exportadas desde los países menos latinoamericanos (Colombia y Centroamérica junto con México) a los países más adelantados (Estados Unidos  y Europa) económicamente hablando; y la ola de crímenes asociados con este trasiego de personas y sustancias prohibidas. Súmense a estos datos el desempleo, la destrucción de las familias (hay más divorcios que casamientos), y, ante esta debilidad social,  el Estado pretende manejar  el timón de los sistemas educativos ante la falta de energía de los padres para reclamar lo que les pertenece: la educación de sus hijos.

Pero, tengo para mí, como la más conspicua de todas las alarmas, la  imposibilidad actual, de asistir a la Santa Misa y recibir los Santos Sacramentos, incluso al momento de la muerte. En solitario, abandonados en los hospitales y centros de salud, lejos de sus familiares, los contagiados de covid mueren sin recibir el alivio de los últimos sacramentos.

Podríamos ampliar más la lista de infortunios en el ámbito de lo religioso, donde no se deja en paz a los creyentes a la hora de  practicar su fe, como es el caso de los católicos, especialmente. Pero, aún no es el fin, pues si bien pudiéramos estar en la última etapa del camino,  que es "el fin de los tiempos", no sería todavía el fin "del tiempo", como ya aclaraban en sus días  los evangelistas Juan y Mateo (1 Jn 2 18, y Mt 13 40), y otros textos de la Revelación, sobre el que no sabemos "ni el día ni la hora".

Sin duda, las calamidades del presente son "reales", incluyendo los desastres ecológicos,  y son muchos los afectados por ellas, pero todavía no es "el fin". Nos parece además que  nadie está autorizado a usar un lenguaje apocalíptico, con fundamento, basado en estos hechos.  

En resumidas cuentas: el activismo cultural, político y social debido a estas situaciones y al oportunismo de muchos,  apenas ha dejado un resquicio para el "recogimiento interior".

Como consecuencia, tenemos por primera vez, no uno cuantos, sino hordas enteras convertidas en manada, donde los machos "alfa" pelean sin tregua por hacerse con el poder, en medio de las tempestades.

El Jesús de la Misericordia, que tanto trato tuvo con la santa polaca contemporánea Faustina Kowalska (1905-1938), le recomendó difundir su imagen con la leyenda Jesús, en ti confío. El papa san Juan Pablo II avaló esta devoción creando su fiesta anual el segundo domingo después de Resurrección. Aquí tenemos una vía fácil, la confianza en Jesús, para estos tiempos de 'inseguridad'.




















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