Dios hizo el hombre para que trabajara; luego es algo bueno (aunque Balmes piense otra cosa)


Cuando Jaime Balmes (1810-1848), al fina de su obra El criterio, se refiere al trabajo, lo concibe como un castigo divino a la naturaleza humana. Lo mismo se afirma por muchos otros, también como este brillante clérigo catalán de reconocida reputación, al que Pio XII llamó "príncipe de la apologética", tocaron el tema del trabajo

Ese apartamiento del trabajo se debe, sin duda, al esfuerzo invertido en el desarrollo de una tarea, más pesadas unas que otras. A veces, se puede volver todo más pesado a la falta de finalidad de la empresa a desarrollar, y, por tanto, desaparece el sentido.

Sin embargo, el extremo opuesto, las muchas ocupaciones, suelen llevar a la "dureza de corazón", como hace ya más de mil años nos advertía san Bernardo de Claraval. El trabajo así visto, se convierte en un sufrimiento para el espíritu donde la gracia se dispersa al no encontrar un lugar donde el "yo" la aproveche.

El trabajo, como la piedra, se puede emplear para levantar catedrales o para ser arrojada en contra de los hombres. Depende de cada uno. No en vano, al final, cada quien responderá de sus obras.




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