Cambio de poderes en Estados Unidos


Doug Emhoff, Kamala Harris, Jill Biden y Joe Biden.


Empieza el año para muchos. Empieza el gobierno demócrata a ejercer el poder en Estados Unidos para algunos. Empiezan las conjeturas sobre los caminos a seguir ahora por las políticas  del nuevo presidente Biden y su vicepresidenta Harris

Están en juego aspectos esenciales de la vida de este país y de las relaciones con otros países. Pero no se cambian tan fácilmente las estructuras bien asentadas de un país como Estados Unidos, aunque sea todavía joven.

Es cierto, la historia nos muestra cómo países centenarios han venido a menos. El  declive del Imperio Romano y su antecesor en el Mediterráneo, Grecia, marcan el camino a recorrer a través de los siglos por casi todos los países de Europa. El poderío de Estados Unidos da la impresión de ser cada vez más un cliché, y se le puede ignorar o incluso retar.

Una cosa el alegrase de algunos por el cambio de Trump a Biden, otra, muy distinta, reconocer la falta de ideas y de carácter del nuevo presidente, sumado a la radicalidad de la vicepresidenta Harris, yendo más lejos que  la líder del Congreso, la señora Pelosi. Escudarse en ser mujer, de color y descendiente de padres extranjeros, no la hace más apta para el cargo.

El refrán castellano reza: "dime con quién andas y te diré quién eres",  y también: "dime de qué te jactas y te diré de qué careces". Pues bien, por una parte, el radicalismo de Harris, no superado siquiera por el ala izquierdista del Congreso, hará tambalear las propuestas del presidente Biden; por otra, ese jactarse en su discurso de toma de posesión de haber salvado la "democracia" en Estados Unidos y de ser presidente de "todos" hace temer lo peor: no democracia y sesgo con el color y la raza de sus partidarios.

Baste un ejemplo: los ciudadanos más indefensos, todavía por nacer, sucumbirán con fondos federales a las querencias abortistas, ante un Presidente que se confiesa católico, y se coartará la "libertad" de quienes no creen en estas prácticas.

En fin, en donde no se respeta la vida de un inocente, no se puede aspirar a vivir seguro, y el acomodarse a las peticiones más radicales para mantener el poder en vez de procurar el bien común de la ciudadanía arruina la esencialidad de cualquier democracia.




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