Ir a lo esencial..., especialmente en tiempos de pandemia



Andarse por las ramas                                Francisco de Goya (1746-1828)





"--Andarse por las ramas". Así se suele decir a quienes revolotean de una a otra parte con sus pensamientos, publicados o no,sin acabar de ir a lo esencial de la realidad.

La moda y las costumbres exhibidas en pasarelas y reuniones sociales juegan un papel clave en este revoloteo consumista. Hacen sentir a quienes las lucen una especie de superioridad en su entorno. Y se pavonean cuando muestran una de estas prendas en algún lugar de esos donde se alterna  el postín con lo cutre.

La "vanidad" traspasa el alma de los hombres y el halago se convierte en la llave de acceso a los lugares recónditos del ego. Cantos de cisne moribundo, pues ni siquiera su eco roza la realidad de la vida.

Esta realidad de la vida consiste en enterarse de una vez por todas, de la realeza real, sin redundancias, de cada persona. Este título se consigue al amparo de la "gracia santificante".

Veamos. La realeza se consigue por el parentesco con una persona de linaje real. El hombre podría conseguir tal distinción, sólo si la naturaleza del rey se dignara habitar en él. Entonces, la gracia santificante no es Dios, pero es el medio mediante el que su naturaleza habite en nosotros. 

Para conseguir tal estado, se requiere de un alma justificada por esa gracia santificante. Entonces, al recibir la naturaleza divina, viene con ella la "filiación" con el Padre, y con ella, la herencia. Nadie puede recibir un don mayor, pues el asociarse a Dios da entrada a la inhabitación de la Trinidad, Padre, Hijo  y Espíritu Santo en nuestra alma. 

La presencia divina se da en todas las cosas, desde la hierba del campo hasta el mismo diablo. Sin ella, sin esta "presencia", las cosas perderían el ser. Su "inmensidad" cala en cada criatura. Pero, para que Dios habite en nosotros se requiere de la "gracia". Esto supone que la gracia santificante sirva de cauce a la divinidad, por la que nos "adopta" como hijos, con derecho entonces a heredar el cielo.

Sin gracia no se da la inhabitación, y sin ella la presencia divina se da como "creador", pero nunca como "hijo", parte de la familia divina. Dicho de otra manera, si se pierde la "gracia", desaparece la "filiación divina", y la relación se queda en la de creador con su creatura.

De aquí la importancia del "bautismo" para adquirir esa relación de "filiación". Y cuando por el camino de la vida se pierde la "gracia", entonces, el sacramento de la "confesión" o "penitencia" vuelve a restituir la gracia perdida por el pecado mortal.

Este punto es importante. En primer lugar, hay familias que retrasan sin motivo serio alguno, el bautismo de los hijos. En segundo lugar, el sacramento de la "confesión"  se ha desplazado en muchos casos de la vida del cristiano, y no se va a recibirlo cuando se ecesita para recobrar la "gracia" perdida. 

En fin, no se suele hablar de estos temas, a pesar de su importancia para recibir y recuperar la "gracia santificante". Este  "bien de la gracia  es mayor que el bien natural de todo el universo", como diría el bueno de Tomás de Aquino.

Convendría entonces que estas verdades pasaran a ser parte esencial del mundo de la "moda" y de las "costumbres". No deja de haber algo de diabólico en que, durante estos tiempos de pandemia, no se pueda recibir prácticamente ninguno de los sacramentos.










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