Si la humildad es andar en verdad, cualquier tipo de "orgullo" es una mentira

Ya ni los más listos saben en qué consiste la verdad, tan atareados como se está en un mundo de apariencias.  Pero este problema no es de ayer; tiene muchos años de vida. Quizá, ante tales dificultades, la Teresa de Ávila, asocia la verdad, no con un conocimiento específico sino con una virtud: la humildad.

Es el viejo adagio, pero presentado de otra manera: "Dime de qué alardeas, y te diré de qué careces". Es la presencia de la "vanidad" en todo su apogeo.

El "orgullo", la "soberbia". es el más destructivo de todos los actos humanos. Usa de la libertad para envanecerse saltando de la condición de creatura a la de hacedor. Se elimina al golpe de un pensamiento fatuo la persona del Creador, haciéndose como él. Aparta esta postura de Dios y de los demás.

Si el hombre es miseria de suyo, quien se enorgullece, por cualquier motivo, de ello, se convierte en el hombre más abyecto de todo lo creado: algo menos que nada. Su conocimiento entonces se vuelve negativo. En vez de conocer lo que se es, y admirarse aún dentro de esos estrechos límites, el hombre se desconoce a sí mismo y cree lo que no se es, según le dicta el capricho. Peor aún, si se envanece en público de esa nonada sin sentido. Es la imagen del "rey desnudo", vista por todos menos por él.

Pavonearse en público de "orgullo", es volver a la situación del Paraíso, a la gran caída. Es mucho peor, todavía, es un crimen, tratar e inocular esta idea a los hijos de loa demás









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