Las fiestas de San Fermín: casi un millón de visitantes en una ciudad de cien mil



San Fermín, 7 de julio.




Estamos ya en la víspera de los Sanfermines, pues ya está encima la fiesta del santo,  san Fermín, el  7 de julio.

La fiesta viene de este santo, no de las gamberradas y asaltos constantes durante estos días. De estos sucesos se va a ocupar la prensa

Mañana, día 6, a las doce en punto del mediodía, en la Plaza del Ayuntamiento, abarrotada de jóvenes, vestidos a la usanza, se lanzará el cohete.

Muchos de ellos, con su impecable conjunto de camisa y pantalón blancos, pañuelo rojo anudado al cuello y faja roja con alpargatas adornadas de cintas rojas, se alegrarán hasta que, ebrios, las fuerzas les abandonen en cualquier esquina, después de haber danzado saltando por las calles de la parte vieja de la ciudad de Pamplona durante horas al son de canciones típicas de estas fiestas interpretadas profesionalmente por la banda de música municipal La Pamplonesa, con todos los músicos vestidos de gala.


Tras este inicio viene la procesión del santo Fermín trasladado desde la parroquia de San Lorenzo a través de la estrecha calle Mayor, con los balcones repletos de colorido y de gentes, acompañados por la representación oficial del alcalde y servidores públicos vestidos de frac, a primera hora de la tarde, cuando todavía el sol se deja sentir con fuerza. 

Es emocionante este ritual, sobre todo ahora, después de unos años difíciles, donde radicales sin  nombre, se habían propuesto eliminar cualquier vestigio religioso de estas fiestas. Pero ya a vuelto la paz y, aunque sea por unas horas, el cariz religioso de esta celebración puede convivir con la alegría de cantos y bailes durante nueve días, mañana, tarde y noche por todas las calles de la ciudad.



El comienzo de la Fiesta: son las 12 del mediodía del día 6, con el "chupinazo", cohete de inicio.




Luego vienen los "encierros" diarios a las ocho de la mañana. Los toros a lidiarse en la corrida de las tardes, corren sueltos por unas cuantas calles, repletas de público, desde unos corrales hasta la plaza de toros, repleta por quienes, llenos de emoción contenida, esperan un recorrido de unos 800 metros, en dos o tres minutos, la llegada de los primeros corredores. Cuando el tiempo llega o se pasa de los tres minutos, suele significar algún descalabro en las calles, donde algún toro se ha entretenido más de la cuenta con algunos de los mozos participantes en la carrera. Un cohete marca la salida de los toros desde los corrales de santo Domingo y, otro, anuncia cuando todos los toros ya están encerrados en el corral de la plaza. Así, quienes se han quedado fuera, se enteran del final diario de este singular espectáculo.

Desayunos, paseos, comidas, descansos donde se pueda, corrida de toros, cenas y fiestas durante toda la noches marcan la pauta de las fiestas de San Fermín, en una ciudad de poco más de 100 mil habitantes, preparada para celebrarlas con un millón de visitantes de todo el mundo.

Todo concluye el último día con el famoso canto del "Pobre de mí", a modo de plañido, entonado por los mozos durante horas, "porque se han acaba'o las fiestas de San Fermín"


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