La traición impide ver la realidad







Desde Judas Iscariote hasta la fecha la presencia del traidor ha llenado las páginas de la historia. Lo de siempre,  se entrega a un inocente a cambio de prebendas: poder, envidia, venganza, creer que el fin perseguido justifica los medios usados...

En algunos países se da con cierta frecuencia el "acuchillar por la espalda", ese despellejar a alguien en su ausencia para medrar o por venganza. 

Esta mala costumbre anida en muchos pueblos desde antiguo. Acaba de renunciar a su cargo de embajador británico en Washington, Kim Darroch, por haberse descubierto la filtración a los media de documentos denostando al presidente de Estados Unidos, Donald Trump. De ahí se puede saltar a la violencia y crímenes soterrados en Venezuela con el beneplácito de su presidente Nicolás Maduro, o a Turquía para ver la persecución abierta a quienes discrepan de los abusos de poder de su presidente Erdogán. Se discrimina con la intención de medrar, obstaculizando así el paso a quienes, por sus méritos, deberían ocupar puestos de responsabilidad por ser responsables de sus acciones.

En el revuelo actual de la política, es la sopa de cada día. Los periódicos, felices, abrevan complacidos en estas traiciones, aptas para llenar por días enteros las páginas de los diarios. El caso más reciente se centra se ve en la carta  del secretario de Hacienda mexicano Carlos Urzúa,  publicando las razones de su renuncia al cargo. En un breve escrito se descubre lo ya sabido: un continuo acoso entre dependencias del Gobierno, donde algunos  tratan de  lucirse a costa de restar méritos a otros. Por supuesto, en estas reyertas traperas, rara vez se acerca uno al otro para corregirle privadamente en algo que podría mejorarle en lo personal o en su contribución al bien común. 

El papa Francisco se ha quejado con frecuencia de la notable falta de discreción de la alta Jerarquía fuera y dentro de los jardines de Vaticano y el ir y venir de las calumnias.   Claro, siempre por buenas razones. En el fondo se trata de esconderse a la hora de dar la cara y decir las cosas por su nombre y de frente. Entonces, no se trata de casos aislados. Un simple click pone puede arruinar la vida de una persona al difundirse en las redes sociales toda clase de asuntos íntimos,  con el único afán de desprestigiar --no de mejorar--, a personas e instituciones. 

Entonces, ¿por qué se las personas se comportan  así? Por supuesto, no podemos hablar de honor cuando se trata de deshonrar a otros. El virtuoso no crece vilipendiando la virtud ajena o exhibiendo sus vicios. Y nos preguntamos aquí si en el caso de las ciencias, de la física, por ejemplo, se pueden dejar de lado las discusiones entre teorías discrepantes: la relatividad de lo macro y la de lo quántico, centrada más en lo pequeño. Aquí nos podemos preguntar si el "unificar" ambas es un principio o un deseo. Si fuera una cuestión de principio, la unificación de las teorías sería posible; de lo contrario, un deseo, aun con altitud de miras, no llevaría a la unidad. Por ejemplo, el enfocarse en la "macro" en lo "micro", se está refiriendo en los dos casos al un mundo físico, pero planteados de un modo distributivo: donde se refiere a una parte de la realidad se ignora la otra.

Así ocurre al comparar los conceptos de "creación" y "evolución". El primero obtiene "algo" de la "nada". El segundo, añade "algo" a lo que ya estaba ahí. No son compatibles. Se trata de considerar lo "máximo" en lo "mínimo" y viceversa para que se dé la "unidad". 

De esta manera, se explica la santidad. Junto a defectos innegables, se descubre el haber vivido las virtudes en grado heroico. Ir a buscar sólo la virtud, lleva a desbaratar la persona, rompiendo su unidad. Y quien busca lo malo de alguien lo va a encontrar, pero sería una traición quedarse en ello, pues se apartaría de la realidad

Hay que aprender a buscar "ese algo divino" que el mundo, cada cosa, encierra.



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