Beethoven: cuando la música lo es "casi" todo



Ludwig van Beethoven, muere en 1827, a los 56 años de edad. Eran los tiempos del romanticismo y del idealismo. Hegel  y Hölderlin nacieron el mismo año, y se relacionó con Goethe, Mozart y Hândel.  Beethoven nace católico y murió como tal. La música "casi" llenó su vida, y al amor  "casi" le dio alcance. Nunca se casó, y no le faltaron romances. Pero la soledad le acompaño especialmente conforme su sordera se iba adueñando  de "casi" la mitad de su vida, desde 1796. Y la pasión gobernó su creación musical y sus relaciones.

La vida familiar de Beethoven queda marcada por la intransigencia de su padre y el poco afecto de su madre a la vida matrimonial, aunque casó a los 16 años y, al quedar viuda, contrae nuevas nupcias con Johann Beethoven, con quien tuvo siete  hijos, si bien sólo tres sobrevivieron.

El "desorden" y la "falta de aseo" rondaron  constantemente su entorno, así como el genio musical se entrelazó siempre con un temperamento brusco sujeto a altibajos. Y la soledad se  le hace insoportable aun en la convivencia con los nobles y famosos de  su tiempo, quienes buscaban alternar con él, si bien no duraba mucho cada una de esas relaciones debido a su carácter y costumbres.

La sordera le afecta de manera especial. En  la vida social, usaba sus "Cuadernos de conversación" donde anotaba las ideas musicales, y lo prestaba también a sus interlocutores para escribirle preguntas y comentarios.

Era fácil verle durante sus paseos matinales y al atardecer gesticulando conforme las ideas le asaltaban por las calles, y tomando apuntes en las tabernas. El alcoholismo de su padre le afectó al final de su vida. Trabajaba hasta la madrugada y comenzó a componer desde los diez años de edad y desde los doce son sus Nueve variaciones sobre una marcha de Dressler para piano y cooperaba a la economía familiar desde los quince tocando el órgano. Compuso alrededor de 62 piezas para "orquesta"; 73 de "cámara"; 70 para "piano y orquesta"; y un repertorio de más de 70 lieder  o canciones. Su música, han dicho, llega al "alma".

El apasionamiento gobernó  su vida legendaria. Se llegó a comentar que era hijo natural del rey de Prusia, y él nunca quiso desmentirlo, quizá porque tal creencia le proporcionaba  una fama conveniente. Heredó la neurastenia de su madre, y su vida solitaria le propiciaba un entramado de "temores", con más o menos fundamento. La soledad siempre le causó estragos, entre ellos, la melancolía y los apuros económicos. Por ejemplo, en su vejez tenía el temor de ser envenenado. Quizá  por eso se aferraba a vivir con su sobrino Karl, cuando murió su hermano Johanna, a quien consideraba "desgraciado" por haber vivido con una "mujer malvada".

Aprecia la belleza en cualquiera de sus manifestaciones: "No puedo amar lo que es feo; si no tendría que amarme a mí mismo". Es complejísima, por ejemplo, la combinación de "belleza" del Concerto para violín en D Major y la destreza requerida para su interpretación durante cuarenta y cinco minutos. 

Así concluyó vida, agotado, al vivirla al filo de sus posibilidades tanto  como creyente como en su teología de afirmaciones: ˝Yo soy lo que es". "Él es el único en sí mismo y todas las cosas le deben la existencia", frases colgadas en un cuadro junto a su mesa de trabajo. No consta que fuera "francmasón", pero le era ajena la moda de su tiempo inspirada en la diosa Razón. Al fin y al cabo, decía, "Cristo no era más que un judío crucificado".

En fin, Beethoven era un "místico apasionado", pero murió junto a un sacerdote, quien le administró los últimos sacramentos.








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