¿No interrumpir a los niños cuando miran al móvil?






Después de este titular, se puede concluir cualquier cosa: Dejad mirar a los niños, están preparándose para la vida. Es su tiempo de mirar, y de ver, cuando se cargan las imágenes junto a la bazofia transeúnte dejada por los descuidos, planeados hasta el detalle, en muchas ocasiones.

Son los mismos. La vida de un niño nada vale. Ante un embarazo, no se quiere darle al ser la libertad de seguir su camino hasta nacer y llegar a la plenitud de hombre. Por supuesto: todos los abortistas (la expresión abarca a ellos y a ellas) saben muy bien el resultado de ese embrión por nacer. Va a ser un bebé y, luego, un adulto. Por eso quieren el aborto.

No nos podemos entretener con argumentos inútiles, de si es o no un ser humano durante su etapa de gestación. Sirven sólo  para distraer la atención de quien va a cometer un crimen. 

Todos comentan la facilidad con que hoy se cometen crímenes, por alguna razón. No nos debe extrañar porque las centros para abortar entrenan las mentes de las personas a ir aceptando el exterminio de personas indefensas. 

Por eso, cuando los profesionales de la prensa, disponen de la formación moral de quienes no son sus hijos, defendiendo el derecho de los niños a mantener "la mirada pegada a una pantalla de móvil", sin importar lo que estuviere apareciendo en ella, como "una señal de civilización".

Existe información suficiente para saber de los efectos contrarios en la vida de los niños y jóvenes cuando por imitación, relaciones familiares o por navegar en solitario en las redes sociales se adentran en el mundo de la pornografía. La edad media de comenzar a ver ese tipo de contenidos es de 11 años, y los padres recomiendan dejar un teléfono a los hijos a partir de los 10. Les cuesta muy poco encontrar el camino de la perversión.

La torpeza de las presentaciones es suficiente como para deformar, a veces, de por vida el sentido de la sexualidad.Incluso, quienes se inician en tales presentaciones en la edad adulta, encuentran difícil recorrer el camino del matrimonio de acuerdo cos sus fines, y tratan de practicar su relaciones de acuerdo a las imágenes desprovistas de realismo, cada vez más agresivas, y más desplazadas de un encuentro amoroso. 

Entonces, los padres, o un adulto consciente del daño causado por estas "miradas" de los niños a las imágenes contraproducentes, deben ejercer su autoridad con cariño para canalizar esa comezón por lo pornográfico al dejarse llevar por la curiosidad y lo atractivo de los temas expuestos, hacia una conversación en donde, precisamente en ese cariño se descubra el valor de la firmeza de los mayores a la hora de tratar temas con un enfoque moral, aunque no se mencione el término moral en ese diálogo entre padres e hijos.

No se puede ingresar el concepto de libertad en estas discusiones en favor de ese dejar a los niños moverse a su aire, un punto defendido con frecuencia al tratar de estos temas por los responsables de los media. Los hijos, son algo sagrado, especialmente, cuando se trata de los hijos de los demás






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