Algoritmos y valores










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Diseño por computadora. Algoritmo de Bresenham.




Quizá vayamos a dar muchas vueltas para decir que los algoritmos no tienen moral. 

Estamos metidos  en un lío. El mundo gira o rueda o marcha a tal velocidad, y hace imposible mirar por la ventanilla y ver a dónde nos dirigimos.



Ya se maneja la voz "algoritmo" (a partir del nombre de un matemático medieval alojado en Bagdad) como algo casi mágico, a la hora de resolver cualquier tipo de problema. Una palabra referida a secuencias lógicas para resolver un problema.

Al detenernos un momento en el objeto de la matemática o de los algoritmos, nos adentramos en el mundo de los consensos, como mucho. Se  dejan de lado, sin mencionarlo, el mundo de los valores

En el mundo de los valores, se puede acceder a esas nociones básicas, cuya carencia, impiden ir acercándose a la felicidad del hombre: verdad,  paz,  solidaridad, nociones todas de acuciante actualidad, pero sin respuestas claras. Como les ocurre a  los "superhéroes" de ficción, los valores no pueden morir. Siguen siendo necesarios en este mundo de ahora  y siempre.

Nos queda claro: en ciertos casos, el consenso podría representar alguno de estos valores mencionados si una mayoría lo avala,  pero normalmente el consenso suele representar las "conveniencias" de un grupo significativo, no siempre alineado con el bien común, verdadero norte en el camino de quienes toman decisiones sobre los derechos del hombre.

Cuando las situaciones llegan a un punto candente (no equivale a decir "álgido", pues este concepto significa "frío",  lo opuesto a lo pretendido en  mayoría de las citas) se promete una mejora afinando en los "algoritmos", como dijo Leo Zuckerberg, fundador de Facebook,  en su reciente comparecencia en el Congreso de los Estados Unidos. 
s "algoritmos", una secuencia finita de pasos a dar para conseguir una meta expresa, pueden afinar en las frecuencias acumuladas en cada paso, y ajustar al máximo el resultado pretendido en la solución del problema. Este resultado se toma como "consenso", como si fuera una "autoridad legítima" en un mundo manejado por la tecnología. Por otro lado, quedarse fuera de ese mundo, equivale a perder el tren, en un viaje sin paradas hacia el futuro, donde se afecta la vida y las decisiones de casi todos.

Sin apenas darnos cuenta, pasamos a formar parte de las decisiones de los demás, y los datos obtenidos a partir de nuestras formas de pensar y de proceder, junto a los de otros millones, se obtienen pautas de conducta reveladoras de intereses personales, y pueden usar con fines crematísticos por quienes manejan esos algoritmos.

En ese toma y daca, en esos procesos, se ponen en juego lo más preciado del hombre: su libertad que brota del amor.

Y es dudoso admitir en los procesos mencionados, basados en "cálculos", la presencia de esa libertad, pues, por definición, va más allá de todo cálculo. Este es el origen del mundo, un acto de libertad inteligente, suprema, y, si cuando se ignora, se emprende el camino de su destrucción.


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