La "unidad" de España: con gentes como Carrillo, la ETA o Puigdemont no se consigue



Santiago Carrillo en alegre charla con el entonces presidente de España: Adolfo Suárez.




A la salida de un restaurante en Madrid, cercano al Congreso, unos amigos coincidieron con Santiago Carrillo, no mucho antes de su fallecimiento. Salía fumando, como en la fotografía. Un amigo, según se contaba,  se le acercó a su lado para decirle: "Yo no sé qué tanto tiempo le queda a usted. Pero sería bueno pensar en confesarse". No hubo respuesta.

Carrillo falleció poco después, a los 97 años, en 2012. Figura mítica del comunismo español y europeo, acusado de asesinatos sin cuento, gracias a la simpatía de los españoles con figuras de esta índole (una especie del actual Puigdemont, escapado de España, sonríe después de arruinar la economía catalana al provocar la salida de Cataluña de 3 mil empresas tras obcecarse con imponer la "independencia" de la región a esa otra mitad que no la quiere), condescendientes también con los terroristas de ETA, Carrillo pudo convivir en su país, sin presiones de ningún tipo, durante  años, los permitidos por su larga vida.
   Nunca ganó elección significativa alguna con el Partido Comunista, pero llegó a ocupar un asiento en el Congreso, como deferencia hacia quien luchó, dentro y fuera de España, contra regímenes establecidos según el orden  vigente (si bien este es un punto, entre otros,  sobre el que los españoles debatirán, por lo menos, hasta el fin del mundo). Ciertos sectores de la población jamás se conformarán con los resultados de la cruenta "guerra civil", y buscarían, si fuera posible, regresar el reloj de la historia al momento ideal donde conciben la ventaja de sus inclinaciones políticas.  

De todo esto se seduce la dificultad de lograr una verdadera unidad entre los españoles, condición necesaria para ir creciendo en todos los órdenes de la vida. Este es un "principio" conocido por todos para poder prosperar, pero nadie dará su brazo a torcer. 

Falta la "energía" de quienes buscan la verdad,  aun en situaciones límite, para ir viviendo según la justicia, y no de acuerdo a los vaivenes de la política, siempre de la mano de la veleidad de los políticos en turno.

Sigue habiendo quienes gastan su vida con los recursos de los demás, sin aportar nunca nada a cambio, echando en cara asuntos triviales si se comparan con lo necesario para contribuir al bien común y a la paz,  consistente en la tranquilidad en el orden

La división nunca trae nada bueno.

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