En tiempos de "consumismo": ¿"Acaparar" o "desprenderse"?



La naturaleza también nos enseña a desprenderse de lo caduco para hacer sitio a lo nuevo.




Ya casi es hora de irse, de morir,  el yo se queda con el espíritu, pero nadie se lleva nada consigo. Podemos mirar a los árboles en otoño y ver cómo, en silencio, van soltando las hojas. Y subsiste el árbol.

La vida consiste en "irse desprendiendo", como decía un articulista, José Andrés Rojo, acerca de la filósofa malagueña María Zambrano (1904-1991). Prepararse para el final del trayecto.

Si se valora esta actitud,  llega el momento cuando se alcanza la "disposición de recibir" desde la "vida" y el "conocimiento" hasta la "verdad" y lo que favorece la unidad". El hombre es un "ser en relación" y mientras permanece "unido" permanece el amor que la alimenta, y se afianza la búsqueda de la verdad en ese camino con fin.

Pero, queda claro, primero debe crearse el espacio interior para ir recibiendo lo "único necesario". Consiste más en una "disposición" cuando alborea esa tan alta vida esperada, grabada en versos  en el alma de la gran Teresa de Ávila.

La moda, sin embargo, de estos tiempos se quiere adueñar de nuestros  espacios disponibles en la memoria y el entendimiento, sin dejar apenas sitio para vivir la vida, la de cada uno, infinitamente distinta, si bien las apariencias, tan engañosas, tratan de imponer unos códigos vacíos, uniformes, alfeñiques engañosos del amor, donde no hay lugar para la entrega.

El "acaparamiento" se junta con el "consumismo" y taponan las salidas hacia las praderas donde se puede practicar la libertad nacida del "aire libre", sin contaminar, donde se vislumbran, como en un bosquejo, los caminos de la verdad y el bien  se intersecan.

En efecto, la educación, vista así, debería enseñar el desprendimiento para ser capaces de alcanzar el fin del hombre. Acumular es distinto a "propiedad". No porque se da aquélla, se debe clausurar ésta, como pretendía Karl Marx. Por lo menos, se debería asegurar que el Estado es tan productivo y dispensador como para cuidar de todos los ciudadanos. 

De esto, sin embargo, no tenemos ejemplo alguno. Por tanto, ese ideal de levantarse para 
ir al campo y pescar, dar un paseo y, al atardecer, congregarse alrededor del fogón para intercambiar en familia las experiencias del día, sigue siendo una utopía de Marx. Sobre todo, con las tecnologías actuales, resultaría imposible casi congregar a la familia sin conectarse con las redes sociales. La revolución industrial, le permitió a Marx tener siete hijos (y otro más no reconocido), al calor del fogón, pero  abrió un camino más ancho para ejercer el individualismo. Nunca se ha estado tan lejos a pesar de estar tan juntos.

Ir de compras, el sueño de tantos. Pasar con poco, yendo por la vida sin más que lo necesario, no es volver a las tierras de Nottingham con Robin Hood  o a la Isla desierta con Robinson Crusoe. Se trata de tener conciencia de la alta misión del hombre sobre la tierra: saberse nacidos del Amor para el amor para trabajar y, así, asegurarse el fin propuesto misericordiosamente por el creador.

Pero, hay que irse vaciando, desprendiéndose incluso (o especialmente) hasta de los recuerdos inocuos, pues no por ser inofensivos se  quiere decir ser bueno. Ni siquiera un punto de luz se debe dejar a ese pensamiento inoportuno si alberga un chispazo siquiera de división con el próximo.

Lo pertinaz de lo negativo ha arruinado muchas vidas. No tiene caso "acaparar" siquiera una sombra de disenso. Conviene ser especialmente desprendido con los fantasmas nacidos provenientes del corazón, si no contribuyen  a la unidad.











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