Escuche, señor Trump: "...Que el hacer las cosas bien, importa más que el hacerlas"



El arquitecto Antonio Gaudí iba diseñando y construyendo por pasos el templo de la Sagrada Familia de Barcelona, todavía en proceso. Sólo él tenía el proyecto final en su cabeza. Murió en un accidente de tranvía en Barcelona. Se ha abierto la causa de su canonización.



Estos versos del encabezado pertenecen a la sensibilidad del austero poeta Antonio Machado Ruiz, más soriano que de Sevilla,  muerto en el exilio francés, aún de paso, dos meses entes de culminar la Guerra Civil española en 1939.

Pero la música de su cadencia filosófica y moral, nos puede servir al atropello de nuestros días, al advertirnos de la preeminencia del bien hacer sobre el ir haciendo. 

Los tiempos guardan con celo lo acabado y bien hecho. En franco contraste, los planes de tantas empresas y países de atesorar sólo por el rendimiento económico de un producto, dejan de lado la solera del madurar despacio, al sol, lentamente. 

El recién estrenado presidente de Estados Unidos, todos se meten con él, quiere fijar el curso de la historia dejando su sello indeleble para siempre. Si bien, un apellido tan breve como el suyo, no puede durar, al inscribirse de un golpe en los sillares de un muro.

¡Tanto talento en su entorno usado para avasallar al hombre! Ese hombre cuyo destino se esculpe en la primera página de la historia, cuando se define su fin de acuerdo a su naturaleza: "hecho para trabajar". Es la naturaleza misma la que impulsa al trabajo. Y todos los esfuerzos del mundo debe concurrir para facilitar ese cometido eliminando tantos obstáculos como sea necesario para conseguirlo.

Si bien un hombre sin trabajo sigue siendo un hombre, su dignidad sufre una herida en lo más íntimo de su persona, al no poder cumplir el fin de su estancia en la tierra. Todo su bienestar, y el de los suyos,  depende de la realización de un trabajo noble, bien hecho.

No es cosa menor tal cometido. Hoy, sin embargo, se quiere destruir al hombre, desmantelando su naturaleza mediante un engaño, o una serie de ellos, hilados con el cordel de la mentira. El hombre, está hecho para disfrutar de la vida; el cuerpo de la mujer debe cuidarse espaciando los nacimientos o descartarlos del todo volviéndose estéril; ya no hay hombre o mujer: si de verdad se quiere ser libre se debe elegir el sexo esclavizando esa naturaleza; cualquiera puede procrear, sin atender al género; y cualquiera puede destruir lo procreado si así le conviene; el derecho está para servir las querencias del hombre; el Estado debe satisfacer mis necesidades, aunque fueran creadas, si no me alcanza...

Este desmantelamiento, cabalmente calculado por quienes en  logias oscuras pretender acabar con todo vestigio de cultura cristiana, va creando un hedor insoportable en la vida social de los pueblos, confinados a usar trajes hechos con medidas fijadas de antemano en talleres satánicos por quienes en nombre de la libertad, usan de tallas para esperpentizar al hombre desviándolo de la dignidad de su condición.

Esto quehacer está mal hecho. Desordena la sociedad entera. Tiene además un elevado costo. Y son los millonarios como Soros, quienes financian y propalan esta plaga por todos los rincones de la tierra.

Las cosas, señores (Mike Pence, Rez Tillerson, James Mattis, Jeff Sessions, Steven Mnuchin, John Kelly, Scott Pruitt, Ryan Zinke, Tom Price, Andrew Puzder, Betsy Devos, Ben Carson, Wilbur Ross, Rick Perry, Mike Pompeo) deben quedar bien hechas, pues a cada quien se le pedirá según sus obras. Hagan, entonces, el bien, señores, aunque sea por egoísmo, no sólo por hacerlas y obedecer a su jefe.

¿El secreto? Trabajar por amor. Entonces se descubre que ahí hay otro yo


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