Con la palabra no se juega: una enseñanza vital desde la niñez

¿Por qué si las cosas son de una determinada manera, no como a uno le gustaría que fueran, se observan tantos puntos de vista divergentes sobre la misma cosa? ¿Acaso, tras un momento de reflexión, no se podría llegar por lo menos a un acuerdo primario, a un diálogo, siempre fecundo, que nos vaya llevando a ese núcleo de verdad, que nos permitiría entonces, sólo entonces, proferir la palabra adecuada para designar a la cosa?

La primera respuesta a este planteamiento, si es cierto que se mantiene el principio de no-contradicción (las cosas no pueden ser y no ser al mismo tiempo tiempo y bajo el mismo aspecto), llevaría a afirmar que no se está diciendo de la misma cosa. Sin más.                                  

La palabra no se ajusta a la cosa como un corsé. La inteligencia "concibe" la cosa sin más, y de ese feliz embarazo nace la palabra, que se aproxima a la cosa cuanto puede y, así, puede nombrarla. De esta manera surge el primer atisbo de libertad. El encadenamiento de la palabra surge cuando se refiere, en primer lugar, a las ideas, con el fin de tratarlas "como si" fueran cosas. Esos desplazamientos hacia la zona de lo irreal, de donde nace la "palabra-ficción" trastornan el orden natural de la creación. Las ideas, en el mejor de los casos, son los pétalos de una flor, nacida mucho antes, cuando la planta se enraizaba el el humus a partir de una semilla de realidad.

Esta realidad, siempre en proceso de ser mejor conocida, nunca agotada en su ser, nos debe prevenir de hacer juicios precipitados.

Habrá que viajar a los tiempos de la Ilustración para calar el alcance de un pensamiento, por primera vez, verdaderamente universal. Ni siquiera el Imperio romano alcanzó en su extensión geográfica la penetración de su cultura en los distintos reductos de los pueblos que contenía, por la falta de una filosofía capaz de aglutinar de  forma coherente la "fuerza" y la eficacia de sus prácticas.

Pero hoy el imperio existe. Nadie puede competir con la extensión de las "redes sociales". Atacan, amagan, mienten, aterrorizan, desacreditan... Esto va más allá de lo que el hombre, el creador de "redes" puede controlar. Es una especie de monstruo, cuya existencia digital puede, sin embargo, eliminar o encumbrar a su propio inspirador.

Las campañas sobre la naturaleza humana. Esa naturaleza definida desde el principio, ya no es algo que vamos conociendo mejor con el estudio y el paso del tiempo. Ahora se cambia el ser de la cosa, de la naturaleza,  traficando con la palabra, sin tener  siquiera un concepto de ella. Puede ser cualquier cosa. Sólo el paso del "tiempo" irá diciéndonos si nos conviene quedarnos con ésto o aquéllo.

Ahora la propaganda española, financiada por las comunidades, puede fijar sus menajes en las paradas de autobús, en las marquesinas, dibujos con la silueta de un niño con vagina y una niña con pene. Se requiere, dicen, de dotar a los infantes  y al público de una libertad sin cortapisas, siempre abierta a cualquier decisión personal relacionada con uno mismo.

Por tanto, se debe emprender una campaña diciendo a todos: Con la palabra no se juega. No va en ello la verdad de las cosas y nuestra libertad. La palabra-ficción es otra cosa.







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