La confesión y el comunista Santiago Carrillo

No me arrepiento de haber saludado de mano a Santiago Carrillo pocos días antes de su muerte.

En un restaurante madrileño, cercano al Congreso y por ello lugar de reunión de tantos políticos, coincidíamos a la salida con este personaje de la política española, camaleón como pocos, que logró, también como pocos, asegurarse hasta su muerte de nonagenario, hace unos pocos años, el favor y el fervor de algunos entusiastas, a pesar de que su vida discurrió entre sombras vacías, aparentemente llenas.

Una conocida catedrática de la Complutense de Madrid insiste cuando nos vemos, que,  en ese espacio breve antes de la salida del restaurante, yo le había propuesto al señor Carrillo además de saludarle,  que se confesara, pues ya le habían caído los noventa.

Me emociona el relato de esta amable señora, pero creo que al ver al comunista más acérrimo de la historía española,  paseándose con desparpajo entre la flor y nata de la política  (si es que en ese apartado se puede encontrar algo florido y no desnatado), le sugiriera lo que de verdad había sido mi deseo al verlo, pensamiento comentado  en seguida a mi distinguida catedrática.

En fin, si no lo hice, es decir, el hablarle de la confesión al señor Carrillo unos pocos meses antes de su fallecimiento, me hubiera agustado hacerlo. Por supuesto, que su vida de "zorro rojo" como la califica y titula el historiador inglés Paul Preston en su libro, no merecía hacerle ningún favor, pues  era "ambicioso" en extremo, aun a costa de la vida  y la suerte de los que él tachaba de enemigos de la causa comunista, y, especialmente, de sus deseos de poder.

La confesión es un sacramento especial para quienes creemos que verdadermente estamos llenos de miserias, o  dejados de la mano de Dios, como se dice. Por eso, sin juzgar a Carrillo, ese hubiera sido el gran favor a hacerle en las vísperas de su muerte. 

Claro, siempre es bueno empezar por uno mismo en este asunto, para así poder hablar de la experiencia personal de sentirse realmente perdonado por Dios, nuestro Creador y Padre.

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