El papa Francisco y la hermenéutica

En el viaje de regreso de la gira sudamericana, el papa Francisco se referió varias veces a la hermenéutica para atajar las interpretaciones fuera de contexto hechas por los periodistas a la hora de referirse a sus intervenciones espontáneas y a los discursos preparados de antemano.

El papa Francisco tiene razón. No se puede sacar una frase de la Sagrada Escritura o de una doctrina de la Iglesia y, a partir de ahí, confeccionar y difundir una tesis pretendiendo que es una síntesis de los textos analizados. 

Sin embargo, los media se han dedicado sistemáticamente a deslumbrar y asquear al mundo con frases y sentidos que jamás estuvieron en la mente de los autores de los textos.

Con el papa Francisco, se ha hecho una costumbre entre buena parte de los medios de comunicación, que, debido a su "afán de novedades", como diría san Pablo, tergiversan el sentido del todo tomando solamente aquello que les conviene para sustentar su tesis, generalmente, liberaloide.

El papa Francisco sabe del afán de novedades de los media. Y aquí viene el punto que nos gustaría manejar. A sabiendas de lo que ocurre,  el Papa no se refrena o da el matiz necesario para que sus frases contribuyan mejor a despertar ese insaciable apetito de los media por deslumbrar y salirse con la suya.

Por supuesto, nadie le puede decir al papa cómo hablar; pero quizá tampoco el papa debería insistir en demasía en la hermenéutica, para paliar de esta manera sus originales salidas con cierto sabor argentino. Sobre todo, cuando la gente no lee más que retazos de noticias locales y un ligero barniz de las nacionales o internacionales.

Pedir al receptor, en estas circunstancias, que se revise todo el texto de un dicurso para tener bien claro lo que se pretende decir, está bien; pero también el emisor debe saber que ni siquiera los profesionales hacen completa la tarea que deberían. 

Por tanto, el cuidar las expresiones y los dichos acerca de temas controvertidos puede ser una tercera salida, para no empantanar más la falta de discernimiento y la mala voluntad que,  en muchas ocasiones, reina en el universo cambiante de la opinión pública.

A esto se refería, sin duda alguna, uno de los periodistas en el vuelo de vuelta a Roma, cuando le pidió al papa Francisco si, además de pobres y potentados, no existía en sus discursos alguna mención  a una "clase media" que cumplía con su trabajo y estaba al tanto de los impuestos. El papa dijo que tenía que pensar en esta sugerencia, que agradeció.

Creo que el concepto de pobreza evangélica no se ha matizado bien. Porque pobre, pobre de espíritu, como afina san Mateo en su evangelio, no es el que no tiene, sino el que, además, de tener, poco o mucho, no importa, está desprendido de lo que posee.

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