Fijar la mirada en Jesús: Benedicto

Esta es una expresión que le gustaba repetir en sus libros y alocuciones al cardenal Raztinger, y luego como papa Benedicto XVI. 

Pero, ¿cómo se puede mirar a quien no puedo ver? 

Todo está sucio, por dentro y por fuera. Esta puede ser  la razón por la que no se puede ver a Jesucristo, aunque la falta de fe es el principal obstáculo para no verle. ¿Y qué se puede hacer cuando uno no cree? 

La fe es un don sobrenatural. Por tanto, no se puede obtener solamente con el querer  de la voluntad. Pero, Dios no le niega a nadie la fe. Luego, si alguien no tiene la fe es porque no quiere.

Este suele ser el caso del incrédulo, del que no quiere creer. O el de quien creyendo, va a abrevar, sin embargo,  a las charcas de otros dioses. 

Pero san Pablo nos lleva a otro ángulo del problema. La fe entra por el oído. Debe oírse de alguna manera lo que dice la palabra, el hijo de Dios. 

Dios puede hablar al oído y al corazón de las personas como le ocurrió a san Agustín de Hipona, aunque prefiere que esa voz suya venga transmitida por nosotros, pues nos confió el mundo.

Los israelitas, a quienes habló por medio de  Moisés como caudillo, a pesar de haber experimentado este pueblo gracia tras gracia desde su salida de Egipto, no le hicieron caso.

Ayer y hoy la gente quiere disfrutar, a costa de lo que sea. Desean comer la fruta prohibida, aunque tienen en el Jardín todo lo que se puede querer,  descubriendo por propia cuenta lo que saben que no es bueno, si bien puede momentáneamente pueda saber delicioso.

Por eso, y por el dinero que deja, durante el verano  se organizan fiestas de larga duración, de una semana o dos, o bien se montan espectáculos que abarcan toda una temporada. El fin consiste en olvidarse de quien se es (el alcohol ayuda) y en ese estado sumarse de forma gregaria con otros, a quienes muchas veces se desconoce, para disfrutar de la fiesta, sin cortapisa alguna.

Bajo este estilo de vida, resulta difícil ver el rostro de Cristo en uno mismo, en los demás y en las cosas creadas, a lo que se refiere el papa Franciso en su carta Encíclica Laudato si. A pasos agigantados vamos borrando la huella divina en las cosas y las personas, instrumentalizando su valor.

Es el caso de Grecia.Obama quiere salvar Grecia urgiendo a los europeos que tomen las riendas, pero no le importan los griegos sino la posición estratégica de la isla para el mantenimiento del poder en el área. Por eso no ha movido ni un dedo para salvar la isla que tiene al lado, Puerto Rico, que atreviesa por lo mismos problemas de insolvencia. Debido a esta falta de criterio moral, un parlamentario europeo, cansado de oír las urgencias de Obama, le dijo: Mira, te damos Grecia para que salves la isla; y nosotros salvaremos a Puerto Rico (cuyo problema financiero es ínfimo comparado con el de Grecia).

En resumen, vemos lo que queremos ver, y creemos lo que nos conviene creer. Por eso, al final, cada quien es responsable de su fe.







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