A más amor, menos miedo.


El miedo no se lleva con el amor. El amor sabe lo que quiere. El miedo, no, Huye.Y cuando el corazón se llena de  
amor, apenas queda lugar para el temor. El único miedo para los que aman aparece cuando se teme perder ese amor.

Por eso,  al cumplir el primer mandamiento Amarás al Señor, tu Dios, sobre todas las cosas, estamos obedeciendo a quien todo lo puede, y que desea nuestro bien. ¿Qué más podemos pedir? Para Dios no hay imposibles, le recuerda el ángel a María. 

No nos queda entonces lugar para el miedo. Podríamos decir que el miedo es la ausencia de Dios. Esta es la noción de "progreso", nacida del orgullo, con la Ilustración. Se van haciendo  las cosas de acuerdo con esta inclinación, opuesta como es, a la humildad, que la santa de Ávila nos dice que es "andar en verdad". 

Esta consideración lleva a elegir el "bien último", sin que por ello se suprima la libertad del libre albedrío, cuya misión consiste en  "elegir" entre aquellos bienes que nos conduzcan a ese bien. El orgulloso seguirá eligiendo lo que a él le gusta, dejando de lado el bien último. 

De ahí nace la sensación de miedo, porque  se teme  que le arrebaten lo que el desea. Se desconfía de todo y de todos, y la protección de que se rodea nunca es suficiente para acallar esa sensación. De ahí que se incremente el deseo de poder, pues se cree que al poseer  más  se crece en inmunidad. Pero la historia de tantos hombres poderosos nos dice lo contrario. Mientras  quienes se encuentran en esta situación, para defenderla, atacan y exterminan por cualquier medio al desafío de las fuerzas reinantes, el amor de Dios, sin embargo,  "creó todas las cosas para que existiesen" (Sab 1, 14).

Por eso, la gran Teresa decía poéticamente, Quien a Dios tiene nada le falta. Él es todas las cosas, y por herencia, todo lo suyo es nuestro. 



 



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