A donde el amor te lleve


Nos ha pasado muchas veces: sin saber a dónde ir, decidimos  emprender un camino sin conocer su trazado, ni si nos conviene. Como los poetas: comienzan con unos versos, que riman, pero  suele acontecer que en la mayoría de los casos, al no tener un  fin concreto,  la aventura iniciada con unos versos concordados acaba en la papelera. 

Esta es la idea de progreso. Avanzar, avanzar siempre, si bien no se sabe hacia donde se camina.

Los versos, si no prosperan en el primer impulso, se pueden eliminar del todo o en parte. Pero la andadura de un recorrido incierto nos puede llevar sin remedio a un mal fin. La voluntad quiere alcanzar el bien, si en él se fija, o en el mal si sus pasiones ahí le llevan. 
¿Qué hacer?

Hay que elegir, y la elección entre bienes depende del libre albedrío, aunque se puede cerrar a elección entre males cuando la voluntad de deja llevar y quiere el mal. 

Quedarse inmóvil no lleva a ningún lado. Se puede "esperar" en la casualidad, a ver si ocurre algo interesante. Pero eso no es esperanza. La casualidad resulta del abandono al azar. Y el azar se encuentra al moverse sin rumbo. En ese estadio, el mal trae las de ganar por la indefinición de la voluntad.

Esto no ocurre con el amor. Él llama en silencio. Hay que saber escuchar, saliéndose un poco del trajín diario para contemplar las estrellas. Los telescopios han conseguido captar formaciones galácticas a 10 mil millones de años luz. Algo insólito.

Pues bien, el amor queda más lejos todavía, pero está más cerca, en nuestro interior,  al alcance de la mano podríamos decir, si sabemos escuchar. Él espera siempre,  hasta lograr la atención de nuestra inteligencia una vez que la voluntad, atraída por el amor, se entrega a su diálogo sin palabras, en una fusión incapaz de distinguir el yo y el tú.

Esa unión lleva al conocimiento mutuo pleno, y al ir conociendo más más se quiere.

Es el encuentro. Y no pasa el tiempo porque no hay espacio que recorrer. Un instante sería algo, pero no hay lugar para ello. San Pablo lo cuenta mejor cuando fue arrebatado al "tercer cielo": Ni ojo vio ni oído oyó...eso que nos espera. 

Lo finito albergando a lo infinito. Algo así como lo ocurrido en la Eucaristía. Por este modo de darse esta experiencia sabemos que sí es posible, sin que sepamos cómo, pero nos vamos por este medio transformándonos en Él, no al revés como ocurre al ingerir cualquier otro alimento.

Ahora sí, podemos decir, vamos a donde el amor nos lleve. No sabía, antes de escribir estas líneas, que la Pantoja tenía un tema parecido en su título a éste.




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