Tocar a Jesús

 

Noli me tangere (Correggio, 1525).

El deseo de tocar al Señor y el "noli me tangere" de Jesús (Juan, 20, 17). El primero es muy humano; el segundo tiene destellos divinos. 

En el caso de la Hemorroísa, aquejada de una enfermedad, un flujo de sangre durante los últimos doce años, se acerca por detrás de Jesús, apretujado entre la multitud, y le toca el borde de su vestido. La mujer se cura.El comentario de Jesús es "¿Quién me ha tocado?"

En el primer caso, Jesús apunta la razón: "Porque aún no he subido a Padre", le dice a la Magdalena, aunque en los demás evangelios se nos dice que las mujeres le agarraron los pies y lo adoraron (Mt 28, 9). En el segundo caso, Jesús  pregunta: "¿Quién me ha tocado?", porque de mí ha salido una fuerza especial.

Pero más tarde a Tomás, le invita a que meta la mano en el costado herido por la lanza de Longinos.

De cualquier manera, la razón de la postura de Jesús debemos buscarla en las personas que lo tocan. Em el caso de Tomás, por su falta de fe; en el caso de la mujer enferma, al contrario, pues le dice: tu fe te ha salvado; y el caso de la Magdalena, espera que su deseos de tocar al Señor, se conviertan en algo superior: la fe en su resurrección para que vayan a comunicar el hecho a los demás, a los apóstoles.

La vida entera se centra en la fe. Así sería el caso de la Eucaristía, donde el mismo Dios, la Trinidad entera, Jesús, se esconde en un trozo de pan. La costumbre, el hábito de recibir al Señor debe procurar ascender a una razón sobrenatural para recibirlo dignamente: la  fe en su presencia.

Y para concluir, no podemos pasar por alto el momento único de la última cena. Es Jesús quien toma la iniciativa de tocar los pies a cada uno de los apóstoles para lavarles los pies. Es para confirmar lo ya dicho: el servicio es un verdadero acto de fe.