Se vence en equipo; en solitario, se pierde el camino



Soledad.


Estamos viéndolo cada día. Sin un buen equipo acompañando a la persona indicada  del grupo, no se llega a parte alguna. Lo vemos en todos los deportes. El caso más reciente, Carlitos Alcaraz en tenis. O los campeones de cualquier disciplina deportiva.

Somos así. El hombre es así: No es bueno que el hombre ande solo. Nace en el seno de una familia, se educa en una comunidad de aprendizaje, y forma parte de por vida al contraer matrimonio: hombre y mujer.

Estos pasos no son sino la expresión de lo que el hombre es, no de algo impuesto a su naturaleza. El mismo Dios, al hacerse hombre, formó parte de un ambiente familiar durante treinta años, y su madre no lo dejó hasta el final, tres años más; porque Dios es familia, compuesta por tres personas. Somos a su imagen.

Por eso, al destruir la familia, se acaba destruyendo la sociedad. Hay algo que no puede adquirirse en solitario: el conocimiento propio, la guía de los demás, y el amor a los semejantes.

Se necesita alguien a quien querer, alguien de quien aprender y alguno que te diga qué se debe corregir para lograr ser perfectos como persona.

Han conseguido vender la imagen del hombre en solitario, como en las películas del Oeste. Sin embargo , la dirección espiritual y física se requiere desde la niñez para ir acostumbrándose a dar los pasos correctamente.

Estamos rodeados de los llamados influencers, sustitutos estériles del acompañamiento personal necesario en cada aspecto de la vida. 

Lo de ser imagen divina nos debería llenar de alegría incomparable con ninguna otra de este mundo. Casi nada: sabemos quienes somos y, sobre todo, a dónde vamos.





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