¿Por qué hay que "esperar"?

Para contestar esta pregunta podemos empezar por el final, una conocida cita de san Pablo: "La paciencia todo lo alcanza". Si esto es cierto, bien vale la pena cualquier espera.

Pero el asunto no es tan simple como parece porque el verdadero problema es el tiempo. Por ejemplo, en Dios no hay tiempo. Eso significa que el ayer, el hoy y el mañana es un puntual siempre presente. Es decir, nunca hay "prisa".

En la vida del hombre, sin embargo, la "prisa" se convierte en uno de sus mayores problemas. Aunque el tiempo se mida en nanosegundos, equivalente a la mimillonésima parte de un segundo. Einstein tuvo que curvar el espacio para tratar de entender el tiempo, para que no fuera "ilimitado". Lo dejó en "relativo".

De esta manera la ciencia se acopla al sentido común, aunque sigamos sin entender la dimensión temporal. Para nosotros un deseo es el futuro; y la historia es el pasado. Sin más. La ciencia, empero, se estremece al considerar la realidad en partículas infinitesimales, pero al medir el tiempo ya no es lo que era, y lo que era ya no es.

Nos queda la "elección", sin importar lo exiguo de las posibilidades o su abundancia. Siempre podemos elegir, y el no hacerlo ya lo es. No se trata de espera a que  "vuelva" otra vez algo que ya ocurrió; eso es una quimera.

Se trata de "esperar" para ir perfeccionando nuestra elección hasta irla identificando, con "paciencia", nuestra voluntad con la de quien nos ha puesto en este momento. De quien no se mueve en el espacio ni en tiempo. 

De eso se trata el "hágase tu voluntad": En ti confío.








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