La santidad no es cuestión de "prolongar" el tiempo; se trata de subir "niveles".


Cuando a la hora de enfrentar un problema recurrimos al tiempo, en realidad estamos cayendo en la indeterminación porque no sabemos de los azares temporales.

Vemos con frecuencia la santidad en personas jóvenes, casi niños. Es el caso de Teresa de Lisieux (1897-1873). Con tan solo 24 años no sólo alcanza la santidad; llega también a ser doctora de la Iglesia, y para el papa Pío X se trata de la santa más grande de los tiempos modernos.

Podemos ver también el caso del joven Carlo Acutis fallecido en 2006 con tan solo 15 años. Ya beato, ha despertado el interés del mundo entero por su vida normal y amor a la Eucaristía. Y antes, Domingo Savio (1842-1857), joven de 15 años bajo la tutela de san Juan Bosco. Por no mencionar a Alexia de 14 años, que cuenta ya con la aprobación de virtudes heroicas. Y de la beata Chira Badano de 18 años, los mismos que Montse Grases, fallecida en 1959, y ya es "venerable". Debo añadir los niños  Jacinta y Francisco Marto, los pastorcillos de Fátima, los más jóvenes santos de la historia de la Iglesia.

No se trata de alargar la estancia del hombre sobre la tierra. En los casos señalados se trata de "niveles" de su desarrollo interior, de su capacidad de amar, se trata en fin de la vida de espíritu, de "ascensión". Se debe "elevar" el corazón a Dios, como decía la virgen María, con apenas 14 años: "elevo mi corazón al Señor".

¿Y cómo lograr tal ascenso? Se trata de pedir y vivir la humildad. Entonces, quien no cabe en los cielos, se alberga en las entrañas de una criatura sin experiencia  y así todos puedan llamarla "bienaventurada".

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