Hay buenas noticias que dar, pero se habla poco de ellas



Tú estás llamado a la santidad. Este es el "único" sentido de la vida.

Recuerdo haber estado en Corinto, la ciudad donde san Pablo se dirigió a los griegos desde el Areópago, y desde ese mismo lugar, no sin cierta emoción, me quise sentir como él. Esperaba que no me entendiera nadie, y comencé a proferir un discurso sobre la otra vida, un tema que causó la displicencia entre los intelectuales griegos de Atenas cuando Pablo les dirigió la palabra. También algunos visitantes, se me quedaban mirando y se preguntarían por el significado de todo ese teatro.

Tú sabes que después de esta vida, viene la buena vida. Dura una eternidad. Un presente continuo para ser feliz. Ese después es vital, porque en él se no va la vida.

En el momento de cruzar el umbral de aquí a allí, se acaba el tiempo. Es una especie de presente continuo sin fin.

¿Por qué no se habla de esto si, en resumidas cuentas, se trata de lo definitivo? 

Hablar la verdad de veras es un motivo de alegría, y la razón de ser de los noticieros de cada día. Entonces, debería aparecer de vez en cuando esta verdad de la "llamada", ¿no creen? Sin embargo, lo verosímil prevalece sobre lo verdadero.

Pero, hay, como solía decir Jean Guitton, un profundo "silencio sobre lo esencial", una idea repetida con cierta frecuencia en este blog. Aunque sea con el fin de aclarar las cosas, se debería traer a colación el tema; no vaya a ser verdad.






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