Vivir la vida con cuadros de algunos santos que fueron amigos


Consolas, libreros, estantes, mesillas, escritorios, quedarían desangelados sin los recuerdos enmarcados de fotografías  en sus espacios libres. 

Al recorrer con la vista estos recuerdos, vuelvo a revivir  momentos de ensueño al distinguir los rostros y los lugares donde las fotografías fueron tomadas. Unas, sin querer; otras posando. 

Amén de los miembros de mi familia, en las fotografías aparecen toda una galería de santos, con quienes, en algún lugar coincidimos y  dejaron captar su imagen.

En seguida veo las fotos enmarcadas de San Josemaría Escrivá quien solía visitar con frecuencia Pamplona y la Universidad de Navarra, donde yo vivía y estudiaba. No era difícil fotografiarse con él porque él sabía su alegría al aparecer para siempre en su compañía, en una tertulia, en un teatro, en un salón de actos o al bajar de un coche. En una ocasión me dijo, al presenciar cómo algunos encargados del orden, me querían sacar del recinto, pues yo no había sido invitado. San Josemaría, al darse cuenta, me tomó del brazo y me dijo con voz firme para que lo oyeran los demás: "De aquí no te saca nadie". Nadie me molestó más, y San Josemaría me mantuvo agarrado durante toda la ceremonia. He pensado después, muchas veces, que unido a él, mantenga su palabra a la hora de asomarme a las puertas del cielo.

Otras imágenes muestran al beato Álvaro del Portillo con algunos matrimonios en Roma, unos meses antes de su fallecimiento. Fuimos a invitarle a inaugurar un Congreso de la familia, y nos dijo que si podía iba a estar con nosotros. Como Don Álvaro falleció antes de las fechas del Congreso, estuvimos entonces seguros  de que podía asistir al evento, y, desde luego, se hizo notar de acuerdo con  los inesperados resultados, muy por encima de las expectativas de los organizadores.

Queda sin mencionar la ejemplar vida de mis padres, esculpidos en tantas imágenes que me sirven para encomendarlos y encomendarme a ellos. Pero, vale la pena resaltar, antes de dejar este apunte, con significativas ausencias, le figura de Juan Pablo II, ahora santo, pero entonces, un incansable mensajero a nivel mundial del evangelio. En una ocasión, rodeado de cientos de personas, le grite un verso del Adoro te devore, en latín: se volvió rápidamente y vino a conversar unos segundos, atraído por el tibio se con mum totuma deficit. Otra vez, pude presentarle una petición formal para incluir en la letanía Laureana la advocación Regina familiae, y aunque fue presentada como Mater, se incluyó como hoy está vigente: Regina familiae.  

En fin, dejaremos para otra ocasión los momentos de convivencia con otros hoy  ya santos, beatos y venerables, "encuadrados", a quienes  esperamos encontrar al final de los días: Don Eduardo Ortiz de Landázuri (en proceso de venerable), Cardenal François Van Thuan cuya causa de beatificación ya ha comenzado, y el ahora venerable doctor Jérôme Lejeune, etcétera, a quienes mostramos su fotografía al comienzo de esta nota.




 

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